LA TELARAÑA: apuntes 9

sábado, septiembre 13

apuntes 9



No esperamos gran cosa. Sólo ser capaces de dibujar una gruesa línea de luz y, en su diseño inacabado, incluir las huellas remotas de una colonia muy numerosa de partículas suspendidas en el aire; su dibujo, una especie de sarpullido, una nebulosa elíptica e iridiscente con el impreciso color de la materia en construcción, ese enigma que se reproduce y se degrada con tanta rapidez e inercia como caos y sigilo; acaso los detalles ígneos, la elegancia fatal de un proceso autónomo de reproducción asistida.

Su única tarea –y la nuestra- habrá de ser el tránsito a través de un puente tendido entre dos agujeros negros, ilocalizables, espectrales e innombrables sobre los que no parece existir ningún nexo de conciencia más o menos sensorial ni, tampoco, forma alguna, discernible, de percepción. La ignorancia del origen es también la del destino.

Todo se resume -¿de verdad?- en un cónclave disperso sin sentido lógico ni conclusión crítica posible. Aquí la relatividad no existe o no se manifiesta como tal. Para celebrarlo nos queda el destierro cáustico del silencio o la complicidad científica de la fe en la prueba y la reiteración. La hermética indeterminación del error. También podemos –sin que la posibilidad constituya prueba de libre albedrío- sumarnos enloquecidos a los cánticos que, desde la dialéctica, el temor y las letanías, parecen dirigir unos pocos elegidos, señalados con la toga y la túnica púrpuras del extravío, inconfundibles sus manos infantiles y el poder carnal de su mirada aturdida.

Pero aún así, el mundo no se resigna –no, al menos, del todo- y aguarda como esperando un nombre, una síntesis, un diagnóstico, un sedante, un artificio cualquiera, un bálsamo contra la expectación o el dolor, la escrupulosa angustia del que se espera a sí mismo sin ser capaz de reconocerse, no importa cuándo ni dónde [sabemos que puede no valernos ni tan siquiera este instante, este instante de ahora que deja atrás un aire familiar y amargo, una nostalgia, una náusea o un fragmento agudo de placer memorable] pero ello, a estas alturas, tampoco importa. Nada importa.

El lugar definitivo sólo podrá ser irreal e imaginario: el lugar en el tiempo otro de la gramática y los alambiques de cristal y sílabas, los cirros pasajeros, las entrañas proféticas de un pez de barro moribundo y trémulo, sus soplos pausados de aliento y fatiga, las humaredas de vaho y polvo de niebla en la piel rota de la tierra –el delta virtual de las llanuras, las arboledas y los valles, el bíblico triángulo de la percepción invadido por el frío vociferante- tras las primeras luces y las primeras palabras.

Pero ahora, en los canales subterráneos donde auscultamos los pasos fúnebres del metal, el tiempo y la muerte, una antigua explosión nos destroza, otra vez, los tímpanos y es, ahora, de nuevo, cuando la creación sustituye al silencio y recomenzamos. No esperamos gran cosa. Etcétera.

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