LA TELARAÑA: septiembre 2008

lunes, septiembre 29

vía sindicato

La Telaraña en El Mundo.




Cuando niño, al salir de clase, mi madre solía llevarme a merendar a Can Joan de S´Aigo –que no me gustaba entonces y que, quizás por eso, sigue sin gustarme ahora- o al Bar Moka. Del Moka me quedan muchos sabores y olores y también una sonrisa mordaz cuando algún grafitero –a la espera de que Bansky nos lo redibuje- vuelve a escribir su nombre en un lateral del dintel donde estuvo y ya no está. Ese nombre lo borran una vez y otra y hacen bien. Es inútil resucitar recuerdos cuando aún no han muerto.

Con ese itinerario –tan habitual en la Palma sin carril-bici de los sesenta- es lógico que una de mis calles preferidas fuera Vía Sindicato. Todavía recuerdo el hedor a orín de alguna de sus travesías y el gran bullicio que hipnotizaba mis ojos infantiles. El orín y el tumulto persisten. Nada ha cambiado. ¿Ya no hay prostitutas? Quizás, pero de niño tampoco las veía. Lo que sí es nuevo es una muestra fotográfica de aquella Palma color sepia. La Plaza Mayor con su estanque rodeado de parterres, las Ramblas nevadas del 56, los tranvías en Colón o la Plaza de las Tortugas, los solemnes guardias de tráfico ordenando el caos y la bruma lenta de los biscuters, los seiscientos y aquellos taxis negros donde uno se sentía, de verdad, importante.

Donde sigue la bruma es en las instituciones. Las guerras de unos –Nadal, Munar y sus catervas, por ejemplo- van dejando su reguero de cadáveres, su aire a disputa, a duelo, a venganza. Pero todo es por los pactos y las mayorías numéricas, la orgía estadística, la usura contable que legaliza al Govern que nos gobierna. Eso lo sabe Antich, pero no sé si se lo cree o sólo lo padece. No es lo mismo. Tampoco lo son los regateos en el consorcio del IRL en aras de la paridad de Baleares y Cataluña sin que importe, para nada, la preparación de las personas. Sólo cuenta su afiliación nacionalista, su acento lingüístico, acaso su sexo –o su género- y, desde luego, su procedencia. Parece que Fanny Tur cumple con todos los requisitos. Es un milagro.

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sábado, septiembre 27

de nuevo, primeros pasos



Ahora ya puedo destrozar esta frase
y luego el mundo que la envuelve
y el que lleva escondido muy adentro
donde la piel tirita y se desgarra,
se hace sangre y amatista, biología

del aire, del espíritu y del silencio.

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viernes, septiembre 26

crisis gótica

La Telaraña en El Mundo.




Igual que busco metáforas para recorrer y descifrar, a tientas, las nervaduras de las primeras hojas, al fin, del otoño, también la sociedad civilizada –es decir, los historiadores, los analistas económicos y hasta, quizá, la clase política- anda hurgando en los entresijos de la realidad en crisis por verle algún efugio, algún bálsamo, alguna ojiva gótica donde cobijarse. Así, el CRE –un híbrido de Sa Nostra y de la UIB, nada menos- acaba de diagnosticar que los trabajadores serán las mayores víctimas de la debacle financiera. Para semejante Eureka no hacían falta muchas luces.

Mientras tanto, la unidad contra el terrorismo parece que sólo se escenifica en los funerales y en los minutos de silencio. Cinco minutos, inmóviles, posaron frente al Ayuntamiento, Antich, Calvo, Cirer, Armengol, Ramon y hasta María Antonia Munar. También estaba Nadal, no sé si, como todos, dándole vueltas a la pose simbólica del dolor o si mascullando –gran ejercicio de ombliguismo- sobre los valores universales de nuestra Palma Gótica. Poco importa. Contra el terror sólo cabe la actuación policial y la vigilia, por ejemplo, de los 29 minutos de video infame en los que el líder magrebí de Al Quaeda convoca a sus fieles, otra vez, a una guerra santa contra España, Francia y EEUU. Es lo malo de tener acólitos, que hay que alimentar asiduamente su fe y utilizarlos para algo, lo que sea.

El Lobby per la Independència no tiene muchos fieles, pero quizá alcancen a ser doce, lo que les permite –amén de la parodia apostólica- montarse una barricada desde donde insultar al mundo entero. UPyD se queja de que les llaman “fatxes forasters”. No debieran. Aquí el insulto es un elogio, pues proviene de las cloacas más nauseabundas e infames, de las trincheras subterráneas donde sólo humean los cánticos propios de la simpleza dialéctica, la que suspira por bandos opuestos, frentes irreconciliables y lenguas propias o ajenas. Algo así como un cursillo acelerado de identidad impartido por la OCB. Que ladren.

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lunes, septiembre 22

la caza de UM

La Telaraña en El Mundo.




Antich, con resignación, nos pide coraje contra la crisis. Su receta, a falta de otros valores éticos, nos sirve para teñir de épica estas líneas. Empecemos. No sé si alguien toca una mágica flauta y es, entonces, cuando el embrujo toma cuerpo en el aire y se contonea como una enredadera, un zarzal en llamas o un volcán desperezándose entre pavesas. Acaso sea así. O quizá no. Quizá el espectáculo no sea apto para todos los públicos y convenga, primero, ensayarlo en la trastienda de la realidad, en su lado oculto, con el telón caído bajo el peso de las luces clandestinas, para que luego, al vencer la hora, la flauta se convierta en un clarín o en un redoble de tambores –el crujir de todos los pactos gubernamentales- y entonces amanezca y renazcan los actores togados de esta ancestral parodia empuñando el fiel de su balanza con igual fiereza con que los antiguos se manejaban con la espada. Con justicia.

Sucede cuando nadie se lo espera, es cierto, pero sucede, y entonces la maquinaria empieza a rodar y los taquígrafos comienzan a susurrar sus intermitentes cánticos. Es la Justicia, que siempre baila, pero nunca se sabe cómo. Ahora de una forma y luego de otra. Nunca deja de bailar. Quizá la vida –y la dignidad- nos vaya en esa danza y por ello no queremos que cese la música. Queremos mucha más música, aunque ya sea tarde y suene tan rota como un grito de auxilio en mitad de la noche.

Sucede, no obstante, que la justicia no parece tan ciega como se la pinta, pero sí mucho más miope de lo esperado. No resulta lógico que, por una vez que se decide a mirar, con cierta diligencia, hacia UM –ese partido milagroso, chirriante y rarísimo- sólo alcance a ver a Bartomeu Vicens, a Morales, a Jaume Montis o a Elizabeth Diéguez. Vale que al primero le crezcan facturas falsas de los dedos y que todos los demás ronden, presuntamente, por los alrededores, vale, pero UM no es sólo ese iceberg, esa avanzadilla perdida en Son Oms. Hay mucho más. Y al menos yo sí quisiera saber cuánto.

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viernes, septiembre 19

desmemoria

La Telaraña en El Mundo.




Disculpen si no me ando muy por las ramas –o si me caigo de ellas- porque llevo un resacón de arte en formol que no me aclaro. Ya sé que cada año dedico esta columna a honrar las virtudes de ese botellón virtual –y así, civilizado- en que se convierte la Nit de L´Art en Palma. Lo sé. Pero anoche tuve una visión sombría, orgánica u orgásmica, irrepetible. Toda la ciudad asemejaba una obra de Damien Hirst, toda ella inmóvil en una sustancia viscosa y transparente, suspendida en la nada absoluta, toda ella frívola y absurda, ajena al sudor relativo de los artistas y al horror conceptual de las galerías, esos laberintos donde la vida y la muerte juegan, sin éxito, a encontrarse. No sé qué colgaron en sus paredes ni qué en sus vitrinas, qué sustancias alucinógenas flotaban en el ambiente, qué licores, qué canapés, qué otras texturas de barro y metal me aturdieron, cuántas palabras, cuánto desastre que no recuerdo.

Cambio de tema, o no, porque también son muy burros. Me refiero al Govern, que ahora quiere echarle un cable a las empresas privadas del transporte aéreo, cuando lo que debiera –más allá de su interés por inaugurar segundos cinturones, tranvías, trenes o eurorregiones mediterráneas con Cerdeña y Córcega, por ejemplo- es construir de inmediato ese nostálgico puente desde Valencia a Mallorca, el de la vieja canción de Los Mismos, que yo recuerdo en la voz de Luis Aguilé. Cosas de la memoria.

Son muy burros. Sí. El periodista Carles Bosch quiere rodar la enfermedad de Pasqual Maragall en un docudrama ejemplar –a la vez simpático y científico (sic)- sobre el Alzheimer. Son muy burros y lo digo con el dolor del que ha asistido al letal derrumbe de un ser muy querido, primero la tortura sicológica y física, después el caos y la locura, la inacción y el adiós mudo. Bastante nos divirtió ya Maragall como para hacerle eso. No se lo merece. Igual que tampoco nos merecemos un cine que, de tanto afán realista, hace tiempo que perdió cualquier asomo de verosimilitud o arte.

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jueves, septiembre 18



Ya es septiembre en Luke. Esta vez van mis apuntes 9.


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Y de postre un bonito salmo firmado por Arturo Pérez Reverte.

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martes, septiembre 16

ciconia



Hacía algún tiempo -quizá un año- que apenas sabía nada de Francisco Rodríguez Criado, quizá uno de los mejores narradores actuales. Recuerdo que pasamos una noche de tertulia en Madrid, a principios de siglo, que participó casi en el estreno de Puertas Abiertas y que luego coincidimos en La Guantera de La Bolsa de Pipas y aún después, cuando se me ocurrió presentar en El Círculo de Bellas Artes algunos libros míos. Ahora me acaba de llegar Historias de Ciconia (De la luna libros, 08). El libro está escrito con la prosa más rápida que conozco, con el ingenio más demoledor que concibo y con una audacia estructural que admiro. Os aconsejo su lectura.

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lunes, septiembre 15

Si él era fuego ella debía ser madera...






el agujero negro



La Telaraña
en El Mundo.



Al Consell de Mallorca no le basta con dar la nota cutre en YouTube, ese portal de videos donde cada cual cuelga sus películas, como si el mundo no sólo comenzase, como así es, en el ombligo sino que también ahí -en ese lugar desgarrado y frágil- tuviera su única razón de ser y su apoteosis. Mal asunto. Se ha pasado del trípode piramidal de Munar a la fiebre colectiva del sábado noche de Armengol en Abraxas. Nada menos. Seguro que allí se disolvieron a gusto, en masa, en hojaldre, en corro de sardana o en sordina, como gusten. Igual hoy ya no existe el CIM. No nos caerá esa breva.

Las discotecas son un lugar inmejorable para evaporarse y, aunque hace años que no piso una pista de baile ni me dejo los tímpanos en el estertor de la música, sí que recuerdo haberme volatizado, alguna vez, en ellas. Yo tuve suerte y volví, más o menos, a recomponerme, pero sé de muchos que nunca se recuperaron y ahí siguen, todavía, buscándose a sí mismos –y a los otros- como espíritus encadenados al pasado. Pero no voy a hablar de memoria histórica sino de gente en edad escolar de aprender. Eso es la vida aunque no lo parezca. Aprender.

La educación sigue en crisis y de las escuelas ya no salen alumnos con vocación universitaria y menos, aún, con destino a nuestra terminal propia, la UIB, pese a la mucha inmersión -la lengua, el metro, los laboratorios- de la que puede presumir y presume. Les propondría utilizar el metro para emular a los científicos del CERN y lanzar, raudos, un haz múltiple de protones por ver si así resurge de sus cenizas algún Renacimiento más allá del hombre y, también, de la mujer, por supuesto. Todo cabe en un agujero negro igual que en un orondo y canónico –de la SGAE- devedé cabe casi todo el saber humano. Así sabríamos si de las escuelas sale gente educada o si sólo estamos ante una fábrica de clones con joroba prematura, según la alarma social causada por el tema del peso de las mochilas. El saber no debiera ocupar lugar ni dinero, pero esa es otra historia.

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sábado, septiembre 13

apuntes 9



No esperamos gran cosa. Sólo ser capaces de dibujar una gruesa línea de luz y, en su diseño inacabado, incluir las huellas remotas de una colonia muy numerosa de partículas suspendidas en el aire; su dibujo, una especie de sarpullido, una nebulosa elíptica e iridiscente con el impreciso color de la materia en construcción, ese enigma que se reproduce y se degrada con tanta rapidez e inercia como caos y sigilo; acaso los detalles ígneos, la elegancia fatal de un proceso autónomo de reproducción asistida.

Su única tarea –y la nuestra- habrá de ser el tránsito a través de un puente tendido entre dos agujeros negros, ilocalizables, espectrales e innombrables sobre los que no parece existir ningún nexo de conciencia más o menos sensorial ni, tampoco, forma alguna, discernible, de percepción. La ignorancia del origen es también la del destino.

Todo se resume -¿de verdad?- en un cónclave disperso sin sentido lógico ni conclusión crítica posible. Aquí la relatividad no existe o no se manifiesta como tal. Para celebrarlo nos queda el destierro cáustico del silencio o la complicidad científica de la fe en la prueba y la reiteración. La hermética indeterminación del error. También podemos –sin que la posibilidad constituya prueba de libre albedrío- sumarnos enloquecidos a los cánticos que, desde la dialéctica, el temor y las letanías, parecen dirigir unos pocos elegidos, señalados con la toga y la túnica púrpuras del extravío, inconfundibles sus manos infantiles y el poder carnal de su mirada aturdida.

Pero aún así, el mundo no se resigna –no, al menos, del todo- y aguarda como esperando un nombre, una síntesis, un diagnóstico, un sedante, un artificio cualquiera, un bálsamo contra la expectación o el dolor, la escrupulosa angustia del que se espera a sí mismo sin ser capaz de reconocerse, no importa cuándo ni dónde [sabemos que puede no valernos ni tan siquiera este instante, este instante de ahora que deja atrás un aire familiar y amargo, una nostalgia, una náusea o un fragmento agudo de placer memorable] pero ello, a estas alturas, tampoco importa. Nada importa.

El lugar definitivo sólo podrá ser irreal e imaginario: el lugar en el tiempo otro de la gramática y los alambiques de cristal y sílabas, los cirros pasajeros, las entrañas proféticas de un pez de barro moribundo y trémulo, sus soplos pausados de aliento y fatiga, las humaredas de vaho y polvo de niebla en la piel rota de la tierra –el delta virtual de las llanuras, las arboledas y los valles, el bíblico triángulo de la percepción invadido por el frío vociferante- tras las primeras luces y las primeras palabras.

Pero ahora, en los canales subterráneos donde auscultamos los pasos fúnebres del metal, el tiempo y la muerte, una antigua explosión nos destroza, otra vez, los tímpanos y es, ahora, de nuevo, cuando la creación sustituye al silencio y recomenzamos. No esperamos gran cosa. Etcétera.

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viernes, septiembre 12

Ramon Llull

La Telaraña en El Mundo.




De vez en cuando entretiene levantarle monolitos totémicos a cualquier cosa. María Antonia Munar se lo podría alzar a Son Oms pero ha dejado sus huellas en tantos lugares emblemáticos, que cualquiera sabe. Le preguntaríamos a Miquel Nadal pero, desde que Calvo le dejó posar de alcalde, no hay forma de bajarlo de sus nubes subvencionadas de aviador tóxico. En ellas podría encontrarse, si quiere, con el propio Zapatero, ahora de boy scout senderista, trocando los pantanos de la crisis por el aire virtual de las alturas. Entre ambos, Futura se derrumba como tantas otras cosas, pero es lo que hay. No hay futuro y todo es psicológico. Puro manierismo.

Tenía pensado alzarle mi tótem al Alelo 334, ese gen con nombre de galaxia y aura inolvidable a danza de hormonas y días de vino y rosas, pero no voy a hacerlo. Jamás le fui infiel a nadie. Escribirlo no tiene mérito –en parte, porque si fuera falso también lo afirmaría contra viento y marea- pero sí que demuestra que no respondemos igual a los mismos impulsos y que la monogamia sucesiva es una vocación matrimonial tan rigurosa, resignada y leal como el más estable de los matrimonios. Lo ridículo es levantarle instituciones y epifanías a Ramón Llull, aunque el Instituto de su nombre sea un buen lugar donde evocar infidelidades, parejas de conveniencia y sandeces de hecho.

No importa que Antich sea tan catalán como Montilla o Carod-Rovira. Inventar un país es una tarea sutil, donde hay que cuidar los detalles, las estructuras –aquí el cartón, allá la piedra- del decorado, la puesta en escena, el oleaje del telón atravesando los bastidores, el atril encendido, el patio radiante de butacas y la penumbra servil y ruidosa del gallinero. Todo está estudiado con mimo. La pantomima exige el ritual de los gestos al aire y las poses artificiales con que aplacar el suplicio y la incredulidad, la liturgia de los siglos vencidos por el paso marcial de las generaciones al compás de la ignorancia. O de la supervivencia. Quién lo sabe.

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lunes, septiembre 8

catosfera

La Telaraña en El Mundo.



Con los muertos no se juega. Es lógico que la gente quiera recuperar los huesos de los suyos y darles sepultura. Se descansa mejor con la familia reunida. Lo extraño, tras tantos años de tregua, es el rabioso resurgir del afán arqueológico, la parodia de Indiana Jones por parte de Garzón en su viaje al centro del pasado o la proliferación de asociaciones sobre el tema: sabía de ARMH, pero ahora descubro la AGEMHA y los Represaliados de la Guerra Civil, qué cosas. Igual falta trabajo en España y hay que buscarlo bajo las piedras, aun a riesgo de alterar el sabio descanso de los muertos y atropellarnos a todos con una lluvia radioactiva de medias verdades, sangre reseca y culpas añejas, bajo el peso visceral de una dialéctica, muy simple, de vencedores y vencidos. Pero sólo vence la muerte.

Sentirse parte de algo –lo que sea- excita las neuronas de muchos. Me alegran esas fructuosas flatulencias aunque no las coleccione y me pillen fuera de juego todos los motines neuronales, su entramado de genes, su corte de quimeras, su posible faz de cíbolos en miniatura. Jamás he bebido –y ya es tarde para calmar la sed- ese cóctel de morbo, frente común, colectividad en marcha, autoayuda compartida y fondo de pensiones donde se acaban cobrando los ilustres intereses de una identidad propia y, a la vez, común, con bandera, lengua, territorio, usura, mundo microscópico, inventario de necedades y apología final con algún motivo de unidad de destino en lo universal. O más allá.

Algo así ha puesto en un brete a Bárbara Galmés. No habrá subvención para una escuela francesa de catalán, como pedía el iluminado de la UIB, Jaume Corbera. Lo siento, pues el dinero se gastará igual pero en casa, que es peor. Mientras tanto, podemos probar “Google Chrome” o asombrarnos, pudor ajeno aparte, con el libro “Catosfera Literaria 08”, una antología de blogs en catalán que ha parido Toni Ibáñez –insigne inventor, como recalca en su blog, del término Catosfera- con prólogo de Biel Mesquida. Qué menos.

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viernes, septiembre 5

de putas y leyes

La Telaraña en El Mundo.



Ya estamos, oh, liturgia, en plena Diada de Mallorca 2008. Esta va a durar más de un mes, no sea que la ciudadanía no se entere de lo peculiares que somos, de lo provincianos y patéticos que nos empeñamos en parecer. Mientras tanto, María Durán, nuestra experta en Igualdad, se marcha a Beijing a un encuentro entre iguales, a una especie de Olimpiadas de género y paridad. Lo malo es que en China todos son mucho más iguales que aquí, pese a las sucesivas campañas de normalización lingüística. Quizá en este tema se pueda lograr alguna medalla.

Hay bastantes submundos por ahí esparcidos. Cuando los frecuentas acabas reconociendo sus códigos, pero cuando no, te parecen territorios poblados por alienígenas donde no sobrevivirías ni disfrazándote de forajido. Esto último me ocurrió hace poco cuando, de anochecida, tuve que atravesar la zona final, el tramo más oscuro de las Avenidas de Palma. Allí, el trasiego de las prostitutas me recordó el agrio debate que se abre y cierra de vez en cuando –y no siempre por culpa de Fina Santiago- entre los que apoyan la legalización de la prostitución y los que no. Sale, primero, un experto citando la beatífica situación en Holanda y luego, una airada experta maldiciendo cualquier sospecha de supuesto visado para la esclavitud. Hay expertos para todo.

Lo que vi me impide ponerme a discutir sobre el sexo de los ángeles. Fue como darle una ducha gélida a mi libido y más cuando la única prostituta que pareció verme –a veces soy invisible, lo sé- medía más de metro ochenta y se gastaba una nuez muy respetable. Vaya éxito. Con todo, hay una doble prioridad a la que ningún gobierno –ni el de Antich en las islas ni el de Zapatero en todas partes- puede, en modo alguno, sustraerse. Convertir a esas personas en seres con derecho a sueldo, horario de trabajo, fiscalidad, seguridad social y desempleo y así desterrar, de forma drástica, la repugnante presencia en la sombra del proxeneta que las explota. Todo lo demás es literatura y de la mala.

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martes, septiembre 2

microrrelato

El espejismo



Mis padres habían fallecido unos pocos días antes y yo deambulaba por las habitaciones vacías, no sé si buscando, tal vez, algún recuerdo o si intentando, quizás, escapar definitivamente de todos ellos. Ahora eso ya no importa.

Todo sucedió mientras cerraba la pesada puerta de la casa. Fue durante ese breve y automático gesto cuando percibí, con absoluta claridad, que el suelo, que recién acababa de pisar, había perdido su sólida textura de mármol antiguo y asemejaba una especie de bruma en el aire, un enorme y profundo pozo abierto a la oscuridad y al vértigo.

Nunca regresé al hogar.

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lunes, septiembre 1

el síndrome

La Telaraña en El Mundo.


Esto es un desastre, un fracaso sin paliativos que me va costar tiempo y ayuda explicar. Pero lo intentaré. Hoy tenía intención de obsequiarles con unas líneas ansiolíticas, muy del estilo florido, ingenioso y gratuito, por poner un ejemplo pertinente, de Jorge Bucay o, también, por citar a alguien más impertinente, de Matías Vallés, esa especie de multinacional de la prosa con opinión y asiento en todas las secciones –pero esta coletilla la dejaré en suspenso, porque debería desmenuzarla con más hondura y ni mi verborrea o grafomanía actuales dan para tanto- y también, entre líneas, hubiera querido echarles la calderilla del optimismo mezclada con unas palmaditas de ayuda en la espalda o unos apretones en el pecho, ese lugar donde florecen, como la silicona, los malos aforismos, pero no voy a poder y bien que lo siento. Esto es un desastre, ya lo dije.

Sé que uno debiera mimar a sus lectores, incluso en el hipotético caso de que los tuviera. Pero no, las cosas son como son y siempre vencen los plazos y se cumplen los peores augurios. Ha llegado Septiembre y el síndrome post-vacacional me tiene aterrado, descompuesto y hecho unos zorros, con los colmillos desencajados, la cola alicaída, la piel erizada, el ánimo ausente, el cuerpo amoratado de aprehensiones y así, hasta los restos a trizas, pura casquería, de mis antiguos cinco sentidos, asemejan muñones amazacotados y dispersos –o mejor, pringados- en la manoseada agenda donde repaso el calendario de los días y deletreo, con dudosa fortuna, el mundo o, en su defecto, lo que queda de él y sobrevive a esta náusea. No es fácil deletrear el mundo ni ordeñar las ideas en estas condiciones. Qué mal me sabe.

Las mariconadas se pegan y si yo, que no he tenido vacaciones, estoy como les cuento, les imagino a ustedes arrastrándose como lagartijas hacia sus lugares de trabajo. Por eso, por una simple cuestión de solidaridad yo también me he arrastrado contra la fatiga hasta llegar al final soñado de esta columna. Qué alivio.

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