LA TELARAÑA: las parodias

lunes, agosto 18

las parodias

La Telaraña en El Mundo.



Como sacado de alguna película de los Monty Python, parecía Miquel Nadal –alcalde accidental y por accidente, consentido, de Palma- un César orondo de sí mismo, de su fortuna y laurel, de su lobby de gracia más allá del bien y el mal, observando, desde su palco de aire en el Ono Estadi, los vaivenes nómadas de la escasa, pero revuelta, plebe, con una sonrisa tan hambrienta como una trampa de caza furtiva. A su lado, Vicenç Grande asemejaba un cónsul destronado, un paria al borde del desahucio, una sombra a la deriva del presidente que fue y quiere seguir siendo a toda costa o, mejor aún, a costa de Davidson. Es lo normal en estos casos.

Mientras tanto, alrededor había empezado a rugir el infierno, con sus fuegos fatuos, sus tambores en llamas, sus ciento cincuenta demonios y gigantes de Santa María del Camí, sus Blavets de Lluc tejiendo y destejiendo los finos hilos deshilachados de La Balanguera. Todo una inmensa parodia, pero ya se sabe que la parodia de una parodia –Beijing, por ejemplo- es lo más parecido a esa migaja de realidad de la que aún puede hablarse sin caer de lleno en las absurdas ceremonias de la confusión. El resto es silencio y sólo un par de imágenes en la retina. El penalti lanzado a lo Panenka por Oscar Trejo y las pocas luces de Germán Lux a la hora fatídica y silenciosa de los lanzamientos finales.

El ruido y la traca se han ido a Prada de Conflent. Allí un centenar de iluminados y escogidos celebra su retiro espiritual, su cónclave de tinieblas, su orgía de nacional catalanismo, su noche oscura del alma, su sin vivir, la renovación de sus alianzas y votos de fe. Allí Gabriel Bibiloni, Catalina Valriu –la UIB siempre de viaje- Joan Alegret, Joan Mir y Bernat Joan, entre muchos otros, sus iguales, sus semejantes, sus hipócritas oyentes, hablarán sobre la izquierda nacionalista –esa parodia sin sentido- y, cómo no, sobre planificación lingüística y diversidad. Otra parodia. Suerte que se llevaron a Miquel Ametler. No les faltarán las glosas.

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