LA TELARAÑA: política de saldo

lunes, julio 21

política de saldo



La Telaraña en El Mundo.




Uno mira el mundo con ojos inocentes y no ve trazas de ningún diseño inteligente, de ninguna evolución darwiniana, de ningún creacionismo. Sólo el tropiezo con alguna que otra mutación me devuelve a la realidad de estas líneas, que si no se entrecruzan y solapan las unas con las otras, es porque la inercia o la costumbre establecen automatismos –quizá de supervivencia- de muy difícil explicación.

La UIB imita a Indiana Jones con la misma torpeza con que Hancock descubre que su fortaleza necesita de buenos modales y de no poco, ni agradable, aislamiento. La ficción imita a la realidad. O viceversa. Por ello se van ahora –de la mano, entre otros, de Helena Inglada, arqueóloga pero, sobre todo, funcionaria por la gracia de Joan Lladó y su fe compartida- a exhumar los restos de Jaume IV por tierras leonesas. No importa lo que encuentren. Ya se ocuparán de interpretar las ruinas a su gusto, que es lo que hace, también, el GOB criticando la política ambiental del gobierno Antich, cuando se cumple su primer año en el poltrón. Los iguales, a veces, se atraen y luego se repelen. Ello demuestra que todo debería tener su lugar y su tiempo únicos, pero no es así. Todo se repite.

Hablaré de mí mismo. El dudoso placer de una gripe en pleno invierno –con sus lentas horas de fiebre y sudor y duermevela inducido bajo el peso protector de las mantas y el abrigo literario de la soledad y los cuidados familiares, los caldos milagrosos, las visitas de cortesía, tan impopulares en estos tiempos plebeyos, y la presencia y el rumor próximo del remolino de la vida prosiguiendo, pese a todo, su propio quehacer alrededor del lecho- no tiene nada que ver con el destierro absoluto y la parálisis silenciosa que la misma enfermedad provoca durante el verano. Tengo mis culpables, aunque no los necesite porque no aclaran la realidad. La deforman. La cortina de aire glacial de unos grandes almacenes, por ejemplo. Duele encontrar la ropa comprada días atrás a un precio más rebajado. Vaya sí duele.

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