LA TELARAÑA: el milagro

lunes, julio 14

el milagro

La Telaraña en El Mundo.



La realidad es un lugar de encuentro, pero no siempre. No hay más derechos que los individuales y, sin embargo, aquí y allá se entremezclan los conceptos, se difumina su perfil y se dibuja otro paisaje torturado. Es entonces, mientras parece que no pasa nada y la tertulia anda dispersa, pero acalorada más allá de las palabras, cuando se producen actos diversos en el mismo lugar –o en lugares distantes sólo unos metros- y uno puede barruntar qué se cuece entre bastidores, qué mezcla de ideología, inercia gregaria o discernimiento personal junta a unos y separa a otros, qué malentendidos se cruzan en el aire de todos y qué enorme cantidad de universos paralelos hay en este universo maltrecho que compartimos, aunque algunos no deseen enterarse.

Viene lo anterior porque el sábado confluyeron, entre San Miguel y Plaza de España, dos eventos con los que, huelga decirlo, estoy absolutamente de acuerdo: una firma, organizada por UPyD, del Manifiesto por la Lengua Común y una manifestación por los derechos del pueblo saharaui. Ambos temas se reducen a una simple cuestión de fe en los derechos humanos y en la libertad pero, aún así, los hay que confunden el culo con las témporas, el apoyo a la lengua común con la aniquilación de sus valiosísimas lenguas domésticas, el destierro del tuareg en las arenas del desierto con cualquier pretexto, todo vale, para ondear la bandera independentista del Lobby y demás fauna infeliz o ese trapo tricolor, que –y eso sí hay que recordarlo: pura memoria histórica- sólo abanderó España durante ocho años y para qué. Hay gente para todo. Menos mal.

Como ejemplo, nos vale Fina Santiago, que quiere dar de comer al hambriento, vestir al desnudo y hasta darle un techo al que perdió sus sueños bajo el frágil cristal de las estrellas. Quiere hacerlo a lo grande, por escrito, con la fiera ansiedad de un vínculo jurídico entre el Estado, ese padre que nunca pudimos matar, y el ciudadano más indefenso. A esto sólo puede llamársele demagogia o milagro.




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