LA TELARAÑA: la muerte azul

lunes, mayo 26

la muerte azul

La Telaraña en El Mundo.



La informática es una ciencia extraña e inestable. Fascinante. A veces se parece a la vida –con su constante necesidad de reinicios y su primitivo baile dialéctico de unos y ceros frente al baile humano de unos y otros- y a veces la desafía con su capacidad de trabajo al margen de los ritmos solares, el pulso monótono de la sangre de silicio, su rapidez sin más mácula que alguna que otra pantalla azul de la muerte, las BSoD las llaman, donde se desborda el código, se paraliza la memoria y aparece el poema. La explicación imposible de cuanto separa la realidad del deseo.

Por eso cuando me enteré de que las Juventudes de Esquerra Nacionalista presentaban en la sede del PSM –dónde si no- la nueva majadería de la comunidad internauta catalanista, «estatpropi.cat», no me extrañaron las dificultades que tuve para cargar correctamente la página con el último Internet Explorer de Bill Gates. Siempre daba error. Pensé que se trataba de un metafórico boicot al monopolio del más fuerte, pero no. Sólo era un error pasajero que, al solucionarse, daba paso a un mapa virtual de los también virtuales países catalanes repleto de marcadores con las supuestas adhesiones, al nuevo estado, de municipios y habitantes. En Mallorca el porcentaje era, el sábado, de un 0,069%. No está nada mal.

La Asamblea Nacional de Francia acaba de reconocer que en su territorio hay lenguas minoritarias -el catalán, en la curiosa Cataluña del Norte, es una de ellas- que también forman parte del patrimonio galo. Es una manera muy sutil e inteligente de sumar y hacerse más grandes. A la OCB le satisface esta declaración de principios y a mí también. A ellos porque les permitirá remover tierra y aire en busca de subvenciones y apoyos para la enseñanza del catalán en esa región pintoresca del Pirineo Oriental y a mí porque no hace sino demostrarme que Francia maneja mucho mejor que España sus peculiaridades. Se las apropia y hace suyas. Engorda con ellas. Igual eso es la Grandeur y nosotros sin enterarnos.

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