LA TELARAÑA: días de fogueo

lunes, mayo 5

días de fogueo

La Telaraña en El Mundo.



No sé si pasa el tiempo o somos nosotros, todos, los que pasamos. Sea como fuere, basta con alzar la mirada para reconocernos, a ratos desfilando como sonámbulos y a ratos como cautivos de alguna pasión oculta. El automatismo parece el mismo pero no lo es. No puede serlo. Por eso, a veces hay que dejar pasar las cosas para volver sobre ellas y reinterpretarlas, darles, incluso, unas cuantas sacudidas como si el calcetín de la memoria necesitara airearse, abrir sus poros, desentumecer sus celosías y perder, así, algo de la rigidez artrítica que nos suele aquejar. El tiempo pasa y con él otro Primero de Mayo, fecha a la que no podemos, ni queremos, quitarle la marca rojo pasión con la que, siempre, la hemos avistado en el renqueante calendario de la vida.

Recuerdo –aunque sea un por decir- haber celebrado esa efemérides en honor de los mártires de Chicago y la revuelta de Haymarket, haciendo mariconadas gimnásticas sobre el césped pintado de verde del Estadio Luis Sitjar pero también, por supuesto, corriendo como enloquecido entre botes de humo, balas de goma y grises cargas policiales. Supongo que por eso, ahora, me limito a ver pasar la muchedumbre, calle Olmos abajo, fijándome, con cierta tristeza, tan sólo en los pequeños detalles: reivindicaciones cada vez más puntuales y resignadas, pancartas en catalán y cánticos en castellano de La Internacional. Material de lujo para cualquier sicólogo conductista con ganas de elucubrar sobre educación y ciudadanía. No es mi caso.

Ya otros le sacan punta a los árboles como si fueran el bosque entero. No lo son. Dos filólogas de la UIB –Caterina Canyelles y Margalida Cunill- afirman que la salud del catalán no se resiente con las abreviaciones y barbarismos del lenguaje de los móviles. Igual aciertan, pero tengo mis dudas. Decía Pessoa: «La gramática es más perfecta que la vida. La ortografía es más importante que la política. La suerte de un pueblo depende del estado de su gramática.» ¿Exageraba? Yo creo que no. Y así nos va.

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