LA TELARAÑA: enero 2008

lunes, enero 28

el revoltijo

La Telaraña en El Mundo.



Craig Venter ha logrado construir el genoma de una bacteria, el ser vivo más pequeño capaz de reproducirse. Por ahí empezó la vida y puede que también por ahí se nos escape. La bioquímica tiene su aquél algo perverso. Yo no sé muy bien lo que es un genoma ni si, ante su evidencia, los nacionalistas acabarán convirtiendo su hábitat natural -una probeta, un tubo de ensayo, una bolsa amniótica- en territorio de alguna nueva nación. Por la vía del artificio se puede llegar a cualquier parte.

De momento, Pere Sampol nos avisa de que un país -se supone que el suyo- puede dejar de existir si no tiene quien crea con devoción en él y lo defienda por sobre todas las cosas. En eso tiene razón. La fe, igual que mueve montañas, crea pueblos, países, naciones, etnias y hasta genomas artificiales, pequeñas nebulosas que pronto serán agujeros negros y luego quién sabe. ¿El vacío? ¿La vuelta al pleistoceno? Las perspectivas abruman porque está más que claro que a esta gente no le importa que la libertad -como el arte, la lengua o la cultura- sean conceptos extraterritoriales. La inquisición sólo precisa de guillotinas y amplias plazas públicas donde reunir a la plebe. Es lo que están haciendo.

Leo en un suelto que los candidatos de Unitat per les Illes firmarán contratos con entidades cívicas y particulares -contratos con la ciudadanía, los llaman- comprometiéndose a defender sus nobles causas perdidas allá donde los molinos se les antojan gigantes, en el Congreso, en el Senado y aún más allá. En donde sea. Es tan atractiva esta política con ínfulas notariales, este servicio a domicilio, este simulacro de menú a la carta y sin rebajas, que ya pueden vanagloriarse, como mínimo, de que el artista Miquel López Crespí -mediante un solemne comunicado, marca de la casa- haya manifestado su apoyo a la coalición nacionalista. Están salvados. Con semejante adhesión inquebrantable presiento que no es menester que me moleste en mandarles al garete. No lo haré. Que lo hagan las urnas.

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viernes, enero 25

el corral

La Telaraña en El Mundo.


No sé cuánta libertad es capaz de soportar el ser humano. Quizá menos de la que imagina pero más, mucha más, de la que le es dado disfrutar en la actualidad y más aún, por supuesto, de la que despunta, sombría, tras el horizonte ficticio -esa línea indiscernible- que separa el hoy del mañana. Será por eso que el mañana nunca llega y que la Historia se resume en buscar la libertad que destruimos a cada paso, con nuevas ordenanzas, con más y mejores estupideces legisladas, con más decretos necios sobre cómo debemos ser y somos o no somos. Ya lo decía Píndaro: «Ojalá llegues a ser el que ya eres». No es fácil explicar este viaje tan corto y a la vez tan largo, describir su paradoja, compartir sus alamedas sin intentar, jamás, desvelar su síntesis. Mejor que lo sagrado permanezca oculto.

El Estado, mientras tanto, juega a «voyeur» insaciable. Tráfico escruta las matrículas de nuestros coches a la caza del infractor y también -todo se andará- del aliento de su historial médico. Hay que hacer caja rápido, ya, porque la crisis -qué crisis- acecha y hay que atender a los festejos bárbaros, hay que pagarle a Paco de Lucía lo que no cobró Claudia Schiffer, hay que sufragar la asfixiante inmersión lingüística, hay que reciclar a los jóvenes para que desoigan los cantos de sirena de otras universidades y se suban al trote picado de la UIB. No importa que Palma sea la urbe con peor ambiente universitario del mundo. Sólo importa mantener la rueda del molino en movimiento.

Es aquí donde todos convergen. Unitat quiere hacerse oír en Madrid, aunque ese sea el lugar que más abomina. Todos los nacionalistas juntos son algo así como el coro de una iglesia. A mí no me aceptaron en el de Sant Francesc. Mala suerte. Es el problema de desafinar como un gallo, que enloquecen las gallinas. Lo mismo le pasa a Pere Sampol. Tiene que orquestar un corral donde unos, ERC y PSM, graznan a su aire y otros, como UM, callan desde sus incubadoras, pero sonríen, siempre sonríen. Por algo será.

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lunes, enero 21

los insultos

La Telaraña en El Mundo.



Hay en español –según los diccionarios del ramo- más de cinco mil palabras que pueden usarse como insultos. Pero son incontables las formas gramaticales que nos permitirían insultar a cualquiera siempre que su inteligencia comprendiera los requiebros de la ironía y los dobles fondos del humor. Sin embargo, el insulto de moda entre la clase política y sus allegados es casi siempre uno y siempre el mismo, el de fascista. Es increíble que con tanta investigación sobre la memoria histórica todo acabe resumiéndose, soez, en un lugar común tan arbitrario y mutilado de matices. En una mierda de insulto, vamos.

Ahora los jóvenes airados –que no aireados de ideas- del Sindicat d´Estudiants dels Països Catalans están acusando de fascistas, sin más, a los hijos de inmigrantes, a la Eñe que no existe en catalán y hasta al casi extinto toro de Osborne. Tanto efluvio nacionalista, racista y xenófobo sólo tiene parangón, en las islas, con el impresentable e irrecuperable, necio, ignorante y astroso, Lobby per l´Independència. ¿Qué podemos decir de quienes nos ven a todos como fascistas, forasteros, homosexuales o repentina, y sorpresivamente, negros? Poca cosa. El uso del insulto genérico empobrece tanto el mundo del que insulta que lo acaba definiendo. No hay más.

Lo mismo le pasa al hombrecillo verde, Miquel Àngel Llauger, cuando se permite, en una radio, llamar “nazis” a sus adversarios políticos. ¿Qué sabrá él, como el SEPC o el Lobby, de fascismo? ¿Han visitado las ruinas de la triste –triste por adolorida y triste por pobre- Europa del Este? ¿Se han adentrado en Cuba, sin olvidar, claro, Guantánamo? ¿Han recorrido Villa Grimaldi, Auschwitz, Dachau, Treblinka, los rescoldos de tantos hornos crematorios? Supongo que habría que evitar que la ignorancia joven acabe convirtiéndose en una ignorancia mayor y ya irreparable, la ignorancia senil y arrugada, curtida en años rotos bajo consignas estériles y fantasías demenciales, pero igual ya es pedir demasiado. Qué lástima.

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viernes, enero 18

cara dura

La Telaraña en El Mundo.



No creo que la cara sea el espejo del alma. Me da que hay demasiados tópicos sueltos sobre el significado de las apariencias y que al final -o ya desde el principio- todos ellos acaban enredándose, siempre, en el fácil pretexto de los espejos, esa justificación plástica, ese lugar común donde creemos vernos porque, en realidad, necesitamos vernos sea como sea, a toda costa. Hay que verse aunque sea en los otros y aquí hago una inflexión, porque este sí que me parece un lugar inmejorable donde empezar las excavaciones. Los otros.

Llevo días observando en la prensa y en el ordenador la expresión de Javier Bardem en la película, No country for old men. La cinta circula ya por Internet en versión subtitulada pero no he conseguido aguantarla más allá de unos pocos fragmentos. Me aburre muy mucho el hieratismo de los presuntos sicópatas y la sangre simulada de los que reciben balazos y siguen dando tumbos hasta que el guión lo exija y aún después. ¿Es ese rictus constreñido de Bardem una metáfora fiscal de la SGAE, que pretendía convertir el himno español en una letrilla con derechos de autor? ¿O es similar a la que nos invade cuando oímos a Grooske hablar de la ELO que nos visita mañana, como si fuera la banda original y no una secuela, «The Orchestra», un grupo de verbena creado para revisitar, de aquella manera, los sonidos originales?

El pasado y el futuro convergen en este preciso instante. Aina Calvo no se atreve a dar la cara del todo y le deja medio catálogo de fiestas al Bloc con el añadido folclórico y lascivo de UM. Hace bien. La normalidad de la calle es ajena a las sicopatías lingüísticas de los políticos. Como ejemplo, nos vale el «ATiarFoc» que nadie sabe qué significa pero sí que quiere rendir vasallaje a tradiciones seculares que no recordamos. A ver si al final tanto fuego fatuo nos arruina si no la Catedral si, al menos, el retablo de Barceló, el recomendado traje de bombero con pegatina del GOB y la OCB, o el edificio de Gesa. No estaría mal.

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lunes, enero 14

Arde Luke en su primer número de 2008. Nuevo diseño realmente preciosista. (Podían haberle puesto otro culo a mi Musa Baldía, pero bueno, nunca llueve a gusto de todos.)

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el esperpento



La Telaraña en El Mundo.




Todos almacenamos algún que otro fracaso. Lo malo es empeñarse en coleccionarlos para acabar descubriendo que siempre nos faltará esa pieza única, ese fracaso magnífico e inenarrable que cerraría con éxito, éste sí, la colección entera. Mientras tanto, hay demasiado polvo en las alacenas de la vida y mucho espacio por llenar, qué ilusión. ¿Qué conclusiones pueden extraerse de un fracaso? Muchas, aunque la fundamental sea la revelación del fracaso en sí mismo. Es hermoso describir un fracaso, censar sus entrañas. Será por eso –o no, me temo- que hoy se reúnen en la Casa de Cultura algunos de los supervivientes –con Biel Mesquida al frente- del famoso desembarco en Frankfurt de los escribas y escritores –egregios en su papel de funcionarios de la Santa Orden de la Lengua- del IEB que aún dirige Sebastià Serra. Las conferencias se titulan “La Meva Experiència a Frankfurt”. O viva el esperpento.

Cuando se tiene miedo a pensar se tiende a vivir con la obsesión de agarrarse a los desechos –por supuesto, gloriosos- del pasado. Hay en esas batallas redivivas, donde la memoria se revuelca como un perro joven o un espíritu errante, algo de residuo mítico y mucho de basura irreciclable, material de derribo y rubor ajeno. Hay más, pero nada capaz de maquillar la perplejidad ante la evidencia final de que a nadie le interesan esas batallitas salvo a las propias víctimas del naufragio, reos únicos del veneno alucinógeno que les impulsa a lucir sus medallas como faroles y sus heridas como sietes tatuados en el óxido de su armadura volada.

No extraña, pues, que 2008 baje ameno y amenazante. Joana Lluïsa Mascaró, que no sé en qué siglo vive aunque sea –por eso- consejera de cultura, ha anunciado que Cataluña, Valencia y Baleares conmemorarán este año el nacimiento del Rey Jaume I. Se prepara una sucesión de actos, con parada y fonda especial en las Diadas del Consell y el Estandarte. Como para que luego nos quejemos de que no hay diversión en Palma. Pero si esto es Jauja.

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viernes, enero 11

sin túnicas

La Telaraña en El Mundo.



Un gobierno que se dice de progreso es algo más que un gobierno. Es -o quisiera ser, lo intuimos- también un referente ético, un espejo moral, una avanzadilla filosófica, una estrella esplendente en los cielos, un faro en la tormenta, una guía para todos, un pastor –y un perro- para el rebaño y más aún, algo así como el celador vanguardista de las verdades eternas. Vale, lo confieso. No tengo ni la menor idea de lo que es un gobierno de progreso ni de lo que sería, en su caso, uno de retroceso, de circunvalación o de cercanías. Todos los gobiernos me parecen iguales, pero no lo son. ¿Son lo mismo las coces de Oleguer que los despejes de Casillas? Pues no.

Algunos síntomas los delatan. Traerse a “Earth, Wind & Fire” a precio de figuras de lujo no puede hacerlo cualquiera. Hay que tener mucha memoria, pero de la buena, de la histórica, para rescatarlos del olvido y osar airearlos. Cuánta polvareda. Otro ejemplo es el metro. No saber construirlo es tan grave como no saber arreglarlo, pero no es lo mismo. Hasta podrían haber utilizado su reconstrucción como baza electoral, pero ni eso. El Govern lleva meses mirándoselo sin creérselo del todo. Será que aquí nunca tuvimos un metro y las novatadas se pagan. Las pagaremos.

Otras cosas ya no intento entenderlas. Una televisión estatal apuntaba, días atrás, que no podía considerarse violencia de género pero sí violencia doméstica, el asesinato de un hombre homosexual a manos de su pareja, otro hombre. Así las cosas, parece deducirse que sólo el matrimonio heterosexual produce violencia de género. Es lo que pasa por crear conceptos ridículos al margen de la realidad; que a la realidad le cuesta encajarlos y hay que hacer malabarismos para no perder la compostura y caer en el ridículo. Es como rasgarse las vestiduras por los arañazos de un etarra al ser detenido por la guardia civil. Ya me las rasgué cuando el suicidio aquél de la Baader-Meinhof, en Alemania, 1977. Ahora ya no me quedan túnicas y ni falta que me hacen.

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lunes, enero 7

contracorriente

La Telaraña en El Mundo.




Me siento más perplejo que de común y no sé si es porque la rutina navideña me acaba recordando ese aceite de ricino que jamás me dieron a tomar o porque, por buscar en otros escondrijos, no consigo cogerle el gusto a estos días destemplados de rebajas tardías y pasiones intermitentes. Hay otras opciones pero, mientras llega Sant Sebastià y su Correfoc de diseño, voy a seguir remando contracorriente como si fuera un salmón en su viaje a saltos, río arriba, en busca del propio lugar de origen, sus aguas vírgenes, su lodo esencial. Ese lugar perdido en el que, sin embargo, vivo, aun sabiéndolo un espejismo del que me acabaré librando. Como todos.

Hay otros temas. Resulta cruel que a tres meses de las elecciones todo se reduzca, en Baleares, a un tráfico de pactos y connivencias más o menos al peso. O que a nivel nacional, Zapatero y Rajoy anden a la par en las encuestas. Esa paradoja debiera bastar para botarlos –de botar, no votar- con urgencia a los dos. O eso o aceptar que nos conformamos con poco, que nos encanta languidecer en esta crisis lenta y nuestra de cada día.

Pero no sólo se trata de política. El año empezó con un bebé en Son Dureta bajo sospechas, fundadas o no, de malos tratos. No puedo ponerme en el lugar de ese dolor que no he sufrido. No puedo ponerme en el lugar de los represaliados ni en el de los represores. No puedo entrar en esa dialéctica de víctimas y verdugos. Mi memoria es otra, la que padeció una educación torpe y represiva pero también contó con el afecto y educación familiares, la que aprendió que para superar los errores no hay que repetirlos ni, desde luego, reproducirlos en sentido opuesto, la que distingue entre una Iglesia que intenta auxiliar al necesitado de otra –con más púrpura- que promueve, en Madrid, mítines contra una sociedad que se dice laica y no acaba de serlo. Demasiada necedad historicista, mito sin digerir, orgullo narcisista y no poca náusea nacionalista, como la del fraile Seguí, lo impiden. ¿Hasta cuándo?


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domingo, enero 6

mermas, de Pablo Miravet

En 2002 Pablo Miravet publicó en La Guantera de La Bolsa de Pipas, Fragmentos Tibios. El título era ya su primera paradoja, porque todo en él era incisivo, irónico y oscilaba entre el aforismo filosófico y el destello poético con especial atrevimiento y destreza. Le guardo mucho cariño a ese libro.


Por eso hoy me complace ofreceros, en Los Digitales de Puertas Abiertas, una reunión de sus últimos poemas bajo el título de Mermas, donde Miravet confirma que la poesía y el conocimiento, no siendo la misma cosa, pueden llegar a serlo. Os recomiendo, muy de veras, su atenta lectura.

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viernes, enero 4

nepotismo

La Telaraña en El Mundo.


Nadie nos ha explicado, aún, cómo se las ingenió la Obra Cultural Balear para colocar los seiscientos mil euros que el Ministerio de Cultura del Gobierno de España -en lo que pudo ser una excelente inocentada, pero no- le concedió para gastárselos entre el 27 y el 31 de diciembre. Tampoco lo esperamos, porque son tantas las subvenciones que la OCB pide, en su irreversible inercia pedigüeña, que siempre tienen algún que otro pequeño proyecto en la recámara donde hacer encajar los euros que se tercien y alguno más. Los recovecos de la lengua y los flecos de su causa tienen enormes alfombras donde enterrar cualquier cosa. Un pueblo entero o, al menos, su mitad, si hace falta.

Así las cosas, el año empieza como si estuviéramos en un descansillo de la Tour Eiffel. Las escaleras nos muestran su perfil metálico contra un cielo plúmbeo que amenaza lluvia. Era de prever. Suben la electricidad, el gas, los transportes y las comunicaciones. Suben otras muchas cosas gracias al canon de la SGAE, que tiene en Teddy Bautista una de sus voces solistas, pese a que lo único que le recordamos es un ejercicio de intertextualidad convirtiendo Las Cuatro Estaciones de Vivaldi en Los Ciclos de Los Canarios, un atentado sin más partitura que la pedantería conceptual y el ritmo sinfónico de un rock del todo afónico. Seguro que los derechos de Vivaldi ya habían prescrito. No extraña que la SGAE desee alargar los suyos hasta la eternidad.

Hacen bien, porque en estos tiempos de trabajo escaso y mal remunerado, la familia es lo primero. El Pacte lo sabe y por eso ha emprendido una esforzada carrera para colocar a todos sus allegados -aquí no importa el género ni la paridad ni tampoco el sexo, ese arcaísmo intolerable- en las arbitrarias ventanillas de todas las conserjerías. Siempre hay un rincón donde poner una mesa, un ordenador y un pariente a juego. Lo que no entiendo es que el PP denuncie que lo hacen «sin ningún criterio». Qué disparate. ¿Es o no es sagrada la familia? Pues eso.

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jueves, enero 3

2007, otro resumen

Tras la publicación en 2006 de tres libros -con su consiguiente trasiego de presentaciones y representaciones- este 2007 me tocó, más que nada, escribir. Y en este sentido me ha resultado un año magnífico. El balance podría reducirse a un prólogo o proemio incluido en "El Incendiario" de Miguel Veyrat (Editorial La Lucerna, 2007) o a sendas colaboraciones en las antologías Tripulantes (Vinalia Trippers) en la editorial Eclipsados o La Casa del Poeta, Colección La Noche Polar, en la Editorial La Bolsa de Pipas, pero hay más, mucho más: algo así como 1700 versos distribuidos en tres libros futuros. Uno de ellos llevará por título El Bálsamo de la Indiferencia y saldrá hacia marzo de 2008 en Calima Ediciones; otro, bajo el título provisional de Resumen del Cuerpo, anda entre Pinto y Valdemoro, no sé -todavía- qué será de él; y el último, aun con un tamaño ya similar o incluso superior a los anteriores, necesita todavía de mucho trabajo y no poca meditación, antes de someterse al necesario y posterior reposo en los lagares del tiempo.


La verdad es que estoy satisfecho de este trabajo sin más resonancia que mi propio latir.

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miércoles, enero 2

2007 un primer resumen



Hay años que toca, más que ninguna otra cosa, escribir y años en los que, sin embargo, parece que sólo toca leer. 2007 ha sido para mí de los primeros pero, aún así, si observo mis apuntes, si ojeo mi biblioteca, si me reconcentro ante los libros digitales de mi ordenador o si, simplemente, hago memoria sin demasiados remilgos, me resulta muy difícil separar el año fenecido de una serie de lecturas y visiones –de relecturas y revisiones- que, de alguna manera, han marcado mi ir y venir de cada día. Los días pasan como páginas de un libro de libros –igual que fotogramas detenidos en una película de final incierto y guión mutante- pero en los márgenes quedan siempre anotaciones puntuales que, a poco que las investiguemos, acaban dándonos alguna que otra valiosa pista sobre el mucho o poco camino recorrido. Un año es sólo un año.

Debiera ahora juzgarlo pero no lo haré. Prefiero darme con un canto en los dientes o tocar madera o ponerle unos cirios a quien proceda. Eso sí prometo hacerlo. Y hasta aceptar que quizá sea ésta la hora injusta del balance que nunca hago salvo para discrepar de los críticos y su pasión por el ruido, por el alboroto de las novedades o las sonrisas fáciles y fugaces del éxito. El problema es que jamás recuerdo las fechas ni leo por orden cronológico. Hay un caos aquí rondándome y aunque me esfuerzo en ordenarlo siempre desisto cuando un caos más hermoso y complejo, más disperso y fragmentado, sucede al anterior y lo solapa. Sé que este caos encierra un orden que desconozco. Lo sé, pero no podría explicarlo.

Este año he leído novelas que quizá no lo sean. Me gusta ese tipo inclasificable de libros y me resulta magnífico contemplar el esfuerzo de los canónicos por ponerle un adjetivo, por buscarle unas raíces, una tradición y unos límites. Es la manía de querer empequeñecer las cosas y no dejarlas ser simplemente lo que son. Pienso ahora en la opera prima de Inés Matute, un excepcional mosaico de literaturas bajo el título de “Autorretrato con Isla”. También en la última novela de Paco Piquer, “El caso del cadáver sonriente”, que vino con premio de novela negra bajo el brazo y que todavía no he leído, porque preferí releer una antigua novela suya -“Nada es verdad (ni mentira)”- que le rescaté para Internet y que ahí sigue esperando que aparezca el editor adecuado. No hay espera, sólo expectante vigilia.

De eso suele tratar, casi siempre, la poesía. Este año la editorial mallorquina La Lucerna publicó “El Incendiario” de Miguel Veyrat. Pocas veces la palabra y el conocimiento arden tan de la mano. Pocas veces o quizá ninguna, si no se sabe de qué se habla… pero Veyrat lo sabe, como también lo sabe José Carlos Llop, que ha conseguido incluir en su poemario “La Avenida de la Luz”, el mejor poema que le recuerdo y que no podré olvidar fácilmente. Se titula “Elegía”.

Hay también tres tomos inmensos sobre la mesa del año. Son “Las Obras Completas” de Gottfried Benn, una aventura de alto riesgo y voltaje, en edición bilingüe, en la que José Luis Reina Palazón nos confirma por qué acaba de ser galardonado con el Premio Nacional de Traducción. El esfuerzo de la Editorial Calima demuestra –oh, milagro- que para las editoriales mallorquinas hay larga vida más allá de las teledirigidas y fraudulentas subvenciones locales.

Acabo con un cómic y una película. El cómic es “Las aventuras del joven Lovecraft”, de José Oliver y Bartolo Torres que este año ha logrado superar, con enorme éxito, el trasvase de la realidad digital a la realidad de la imprenta. La película es “The man from the Earth” que ni siquiera ha sido estrenada en España. En este caso Internet me ofreció su versión subtitulada, avalada además por el agradecimiento de su director, Richard Schenkman, hacia las redes p2p, esas redes de intercambio cultural que tanto demonizan el Gobierno y la SGAE pero que, sin embargo, son las únicas que han permitido la difusión de un film independiente sin otro acceso al mercado. Ya sé que es inútil reclamarle peras al olmo, pero no estaría mal que las autoridades tomasen nota de la situación real del arte y comprendiesen, de una vez por todas, que ponerle límites a la cultura es como ponerle puertas al campo. Siempre quedará algún nómada capaz de reinventar los caminos perdidos.

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