LA TELARAÑA: mayo 2007

miércoles, mayo 30

apuntes

El mito del eterno retorno es sólo una simple cuestión de fe. Un pensamiento utilitario que nace del improbable paralelismo –o de la presunta sincronización- entre los objetos y sus nombres, entre su función nominal y su efectivo desempeño. Lo extraño, sin embargo, es que la huella borgiana de las habilidades violentas en el cuchillo abandonado a su suerte, sólo se transmite en clave poética. Cojo su pluma y escribo El Aleph. Horrorizado, constato que la nemotécnica es tan execrable como la grafomanía.

*

La palabra escrita siempre deja huella; es su manera de tender un puente entre las ideas propias y las ajenas. ¿Propias? ¿Ajenas? Empecemos desmitificando la propiedad de las ideas. No hay forma sin contenido ni viceversa. La misma cosa no puede dividirse y seguir siendo la misma. Ni la misma y otra. ¿Ambas a la vez? Por supuesto, pero fuera del conocimiento.

El problema es que tenemos restringidos algunos espacios que podrían convertirse en magníficos lugares comunes -de encuentro, pero también de dispersión y crecimiento- y sin embargo, sucede lo contrario. Utilizamos esos templos íntimos, con sus dogmas estremecidos y sus dioses diminutos como si fueran fortines, claustros sagrados, atalayas intocables. Igual lo son. Ahí el aire fresco y la brisa no pueden entrar porque una vida edificada, aparentemente de forma estable, sobre unas cuantas mentiras sociales de cierto éxito no puede aceptar de buen grado -ni a regañadientes- venirse abajo, desintegrarse, tan solo -¡tan solo!- por el motivo revelado de que sus cimientos sean, al fin, en vez de sólidos cimientos de tierra firme, anecdóticas arenas movedizas o pestilentes barrizales de heces en plena combustión orgánica. ¿Cómo sobrevivir sin los antiguos errores de concepto, sin su multiplicación e inercia gratificantes? ¡Todo podría desplomarse en un solo instante de comunicación y entendimiento, de ego abolido, de transgresión absoluta! Ello resultaría insoportable, ciertamente. Pero no ha lugar. El miedo al vacío es, a veces, tan poderoso como solemne y extravagante la concepción excluyente del ego, esa superprotección desmesurada. Infantil.

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viernes, mayo 25

en la feria del libro

En palabras de Antonio Rigo:

Este sábado día 26, y a las 7 de la tarde (19h), nuestro querido Emilio Arnao, ese volcán en constante erupción, ese Surrealista Romántico, ese hombre ya sin gafas, firmará ejemplares de su último libro "Entre la Carne y la Rosa" en la caseta del no menos querido Román Piña, La Bolsa De Pipas. El libro lo ha editado Calima, y queman las manos del alma o los ojos del corazón, cada una de sus paginas. Pronto tendréis noticias de su próxima presentación así como del Último Jueves, que sí, que ya vuelve.

el bálsamo

¿Dónde situar el hecho poético? ¿En qué universo y qué lugar de ese universo? ¿En un lugar íntimo y privado o, al contrario, en uno público y compartido?

Apreciamos su irrupción. Ni es tan grande como sería tópico convenir, ni tan pequeño como para no considerar significantes sus múltiples ramificaciones, su fragmentaria estructura. Nuestra arrogancia tiende a otorgarle algunas cualidades que igual no tiene. Su estructura, por ejemplo. He aquí el concepto ideal para empezar a establecer relaciones entre el caos y la lógica, entre los entramados visibles e invisibles –la hilazón, el engranaje de los átomos- y el ambiguo resultado final.

Las parábolas judeocristianas y la dialéctica marxista se fundieron hace tiempo –y ahí siguen- en un abrazo historicista que asemeja el de una boa. Ese universo comprimido quiere estallar, tiene ansias de hacerlo porque, a imagen y semejanza nuestra, desea sobre todo sobrevivir, perpetuarse, liberarse incluso. Liberarse, de qué. ¿De su ser, incluso a intermitencias? ¿De su no poder dejar de ser? ¿De su ser otro? Tras estos malabarismos, el estropicio de la razón marca la línea de salida, el lugar del estallido inicial, la emulsión de las primeras burbujas de vida en el légamo primordial.

Podemos asistir boquiabiertos a ese experimento de prueba y error, de tubo de ensayo y alambique, de sístole y diástole artificiales, de respiración asistida. También podemos observar que, desde adentro, el espectáculo es el mismo que desde afuera. Esta visión del espectador empeñado en convertirse en protagonista del lienzo es la primera revelación que debiera hacernos desistir del empeño. ¿Qué podría salvarnos de la fascinación hacia el otro que no somos? ¿Serlo, tal vez? Aquí sólo la indiferencia ofrecería una puerta de salida, que obviamente ni siquiera usaríamos. Ya fuimos ese otro, ya estallamos juntos una vez. Ya estuvimos afuera y adentro. Y aquí seguimos. ¿En el dintel, bajo el umbral de la percepción pero no, desde luego, en ella? Ese lugar de privilegio anula cualquier voluntad de contemplarse —es decir, de repetirse. Multiplicarse. Regresar.

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en la alfombra


La Telaraña en El Mundo.



Aquí no precisamos lluvia torrencial para que el lodo relumbre en la memoria en ruinas de los olvidadizos. Munar desea convertir UM en el partido nacionalista definitivo. Ya lo habían intentado Hitler, Stalin o Franco, pero qué va. Munar quiere más y aun al ridículo precio de 50 euros por voto, está dispuesta al más difícil todavía, al descalabro inaudito del especialista con alma de suicida. De momento ya parece haber conseguido llenar su caja de caudales y hasta que los muertos viajen a los parques temáticos y se lustren la tez con el sol ajeno. No es poco. Cosas así se sabe cómo empiezan pero no cómo acaban.

Mientras Zapatero recomienda la lectura escolar de libros como “Alí Baba y los 40 maricones” del dibujante Nazario, en un programa televisivo de cuyo desarrollo prefiero no acordarme, Baleares eligió a Cervantes como el español más importante de la historia. La buena noticia confirma –como postulaba, alborotado, Antonio Gala- que la lengua española es la sustancia primordial que nos otorga cohesión y perspectiva histórica. Señas de identidad, que diría el magistral Juan Goytisolo. No sé cómo lo habrán recibido los nacionalistas de nuestras islas. No importa. Lo suyo es el testimonio y el proselitismo militante. Son infatigables.

Tampoco debió gustarles la victoria en Cataluña de Salvador Dalí. El de Figueres, fiel a su espíritu burlón, sí que llevó su catalanidad a los absurdos más universales y catastróficos. Incluso hablaba castellano mejor, no que Carod-Rovira, por supuesto, pero sí que Francesc Antich, según pude comprobar en una entrevista televisiva en la que no le pusieron más trabas que una alfombra mullida donde revolcarse a gusto. No pasó, Antich, de negar la mayor –la corrupción en Ibiza-, de repetirnos que no sabe de nada –con éxito; en efecto, no sabe nada de nada- y de desviar cuantas corruptelas pudo hacia el PP. Era la única salida que podía ocurrírsele. Se entiende que el florero de Mallorca ya no sea, sólo, Mari Pau Janer.

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lunes, mayo 21

dos apuntes en Luke

Nuevo número de Luke. Mayo no es el mes más cruel pero aún así no os lo perdáis porque viene repleto y suculento.

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recta final

La Telaraña en El Mundo.



Me sumerjo en el juego de Borges interpretando a su personaje Dahlman. “A la realidad le gustan las simetrías y los leves anacronismos” nos dicen y el documental lo confirma. A veces no tenemos otra que disfrazarnos de caballero andante y negarle al buen Sancho su lógica pedestre. Es sólo un juego pero tiene su peligro. A veces una metáfora nos puede. A veces una visión irónica de enormes gigantes donde sólo hay apacibles molinos de viento nos da con los huesos en el suelo y, peor aún, con la mollera adolorida. Hay que cuidarse de las metáforas, que las hay muchas por aquí, rondándonos. Por ejemplo, la Catalunya de nuestros nacionalistas de sucursal de ultramarinos, su identidad aferrada al mito de la lengua y el territorio. Su cultura surreal rememorando el martillo de Thor. Pura arqueología.

No muy distinta es la metáfora que adorna el estandarte de un par de grupos sin más control que su número. Me refiero a la Unió des Poble o Pobble (sic) Balear y a Clau de Mallorca. Difícil definirlos sin acudir a las rondalles o las anáforas. Inútil demorarse en ellos.

A veces, sin embargo, nos vence una frase. Nos cautiva. Recojo una de la candidata del Bloc, Joana Luïsa Mascaró: “Es un avance que luchemos cuatro mujeres por el Consell”. Dios mío. ¿A qué tipo de avance se referirá esta buena mujer? ¿Será el Consell cosa de mujeres y el Govern de hombres? ¿O ambos debieran serlo de féminas? ¿Y por qué no? ¿Importa? Este es el corolario de las frases hechas a la ligera. Traicionan a su autor mostrándonos su universo de obviedades y sobreentendidos, y le conducen, a cuestas o a rastras, a la propia condena y penitencia, al autoflagelo de la ignorancia multiplicándose sobre la piel estriada del pensamiento. Aterroriza que alguien con un discurso así de esquelético pueda presentarse a algo. Aunque sea a nada. Claro que el discurso de Munar no va más allá y ahí la tenemos, tan ufana –¿o será malévola?- con su media sonrisa, su aviador y sus diademas a juego.

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viernes, mayo 18

you tube

La Telaraña en El Mundo.


Está claro que cuatro años de sueldo y escaño, de influencia y figuración tentacular no deben de ser cualquier cosa, sino algo muy serio. Nunca sabré cuánto, desde luego, pero no me resulta difícil calibrarlo asistiendo, como estoy y estamos, a tanta ida y venida, a tanta palabra convertida en promesa malabar o en código ético, en comisario lingüístico, en paraíso fiscal, en paisaje franco contra cualquiera de los males que hasta aquí, ay, nos han traído. Si así no fuera no haría falta que las previas de cualquier cita electoral se conviertan, como parece suceder, en puro sprint, en pura explosión de músculo y vísceras, de imágenes sucediéndose las unas a las otras como si ninguna de ellas estuviera conforme consigo misma. Debe de ser eso.

Escribir es una forma noble, pero muy lenta, de ordenar el pensamiento y también el caos. Nuestros políticos –que, en todo caso, ya tienen quién les escriba hasta lo que no está en los escritos- lo saben y, tal vez por ello, empiezan a dejar de lado las sutiles inflexiones de la palabra para concentrarse en las fotografías trucadas, en los videos caseros, en el factor sorpresa de las cámaras ocultas, en el trasiego fetichista de archivos subiendo a You Tube, como si en ese enorme almacén internauta, existiese una urna capaz de devolverles, sino el tiempo, sí los votos perdidos. No sé yo.

Las cosas no son lo que parecen. Hay más vida en los dibujos a tinta de Carlos de Haes –no se lo pierdan en el Sollerich- que en las carnes subastadas por el trípode de Spencer Tunick. Tampoco es fácil que un video alcance más allá de los paisajes de Anglada-Camarasa en el Fórum de La Caixa. Pocas veces podremos constatar mejor qué cerca están Barcelona o Jaca de París y, a la vez, qué lejos estamos nosotros de la elegante exuberancia “fauvista”. A mí los videos del omnipresente y tendencioso GOB –intitulados con el recurrente “Salvem Mallorca”- sólo me han convencido de que vivimos muy cerca de Chernóbil. Pero eso ya lo sabía.

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lunes, mayo 14

forasteros

La Telaraña en El Mundo.



He sido mallorquín en Madrid, en Valencia, en París, en Londres y en los canales de Ámsterdam. Lo he sido, también, en los barrios obreros, en las apagadas ciudades dormitorios, de los alrededores de Barcelona. Lo fui en Florencia y en Sevilla, en la Córdoba de las mezquitas como en la Ibiza de siempre, entre el empedrado y la cal. Lo soy, además, cuando abro las páginas del cuarteto de Alejandría o recorro los bancales bajo la niebla de la peste veneciana. Cuando leo sobre la batalla de Cusco, cuando me sumerjo en las avenidas rodantes de San Francisco. Cuando viajo en pos de mi sombra y hasta cuando me refugio en ella. Soy mallorquín en cualquier parte del mundo menos en Mallorca. Eso es lo que se deduce de la definición que, en exquisito catalán estándar, hace Gabriel Bibiloni –lingüista y profesor de la UIB- de “forastero”. No entraré en los detalles, porque es de mal gusto repetir los argumentos de otro y porque, en definitiva, cualquier tipo del plagiarismo o intertextualidad me parecen más propios del expectante periodo entre las Grandes Guerras que de este principio convulso y sincopado de siglo.

Me asombran –es un por decir, ocioso- sus diatribas salpicadas de tópicos costumbristas, sus reducciones al absurdo, sus simplificaciones minimalistas, su provincianismo de garrafa o garrafón, sus requiebros nacionalistas, su manual ahíto de melindres, su aire afectado, su cuidada pose trascendental y su estilo aparentemente metódico. La conclusión es obvia. Soy forastero en Mallorca. ¿Tendré que hacérmelo mirar?

Otros hacen que no me importe el desarraigo. Me eximen de analizarlo. El viernes ya estaba en mi buzón la propaganda electoral de UM. De un lado la mascarilla de Miquel Nadal y del otro la hermana no gemela, sino menor, de Munar. Se les ha ido la mano con el Photoshop, pero sólo en lo accesorio, en las arrugas de la piel que no del alma. La sonrisa cafre del aviador y los gravosos pendientes perlados de Munar no hay quién los disimule.

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viernes, mayo 11

la barbarie



La Telaraña en El Mundo.



A Ramón Llull le dio por irse de evangélico turismo al Magreb. Unos meses en la cárcel debieron de dejarle alguna huella. No sabemos si alcanzó a padecer el síndrome de Estocolmo o si el síndrome sobrevivió a sus huesos y ahora lo quieren resucitar en el espacio inmaculado de La Lonja, intacto su lustre, su sombra afilada como una espada siempre propicia al duelo dialéctico entre quienes desean, todavía, especular con las civilizaciones y las culturas. Tampoco sabemos qué pinta Gabriel Janer en esta pescadería, pero duele -tanto como la soga vándala de las cruzadas- verlo empeñado en sacarle todo su brillo metálico a la cruz ensangrentada y a la devastadora media luna, como si todo fuera lo mismo. No lo es, pero así la interculturalidad obra sus milagros y tiende sus peculiares puentes, sus vanas extrapolaciones, su curioso tratamiento de las cosas de la memoria, de la lengua, de lo que debiera de ser el conocimiento y no pasa de ser una mala broma.

La paradoja nos mantiene expectantes. Ya no hace falta viajar en el tiempo para asistir a la antigua explosión de una estrella o al nacimiento de un universo. Tampoco para reencontrarse con la barbarie. Sobra con el video de la lapidación de una joven yezidi que tuvo la mala idea de enamorase de un musulmán. Las imágenes son tan borrosas como esclarecedoras y nos demuestran que la muerte se esconde en la vida, igual que la verdad se disuelve y aniquila entre los códigos de honor y familia, de sexo y serpientes, de entrañas abiertas a un diablo que no importa si tiene origen yezidi, musulmán o cristiano.

Los yezidi no se afeitan el bigote ni comen lechuga. No sé si la ignoran o la transforman en visones, como hace Munar con sus trece millones. Cada cual debiera elegir sus propios dioses y hasta sus demonios y luego hacer con ellos lo que le plazca. En esa tesitura no se sabe si sobran, o faltan, los preservativos y lubrificantes del Bloc. Habrá que preguntárselo al «Consell de Gays». Ellos sabrán.

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jueves, mayo 10

doble enhorabuena




Josep Oliver (Palma, 1979) y Bartolo Torres (Eivissa, 1978) son dos jóvenes autores baleares que han conseguido editar su obra en la madrileña editorial Diábolo, tras conseguir un buen éxito de público de su cómic a través de internet. Tras ganar el premio Art Jove 2005 al mejor guión de cómic en Balears, este tándem creativo ha logrado publicar su obra a nivel nacional.

En estas páginas web encontraréis más información y las tiras cómicas que se han publicado:


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lunes, mayo 7

fuegos fatuos

La Telaraña en El Mundo.




Un buen artículo, como una buena novela, debería empezar siempre con una frase memorable. ¿Vale ésta? Umbral, por ejemplo, iniciaba días atrás su columna en este diario con la siguiente genialidad: “Francia abusa de sus hojas muertas y luego se encuentra con una cosecha de nostalgias”. Frases así le dejan a uno tan perplejo y emocionado, que casi da igual seguir leyendo que dejar el periódico en la alacena y dejarse mecer suavemente por la belleza hipnótica del lenguaje. Las noticias, en casos así, pueden esperar y de hecho esperan, porque aquí la noticia es la palabra, su múltiple mensaje, el temblor íntimo que nos produce.

Supongo que algo parecido, salvando, por supuesto, las distancias cabría esperar de los discursos y declaraciones de nuestros políticos. Carod Rovira –que no es nuestro, sino muy suyo- acaba de manifestar que no está contra el PP sino a favor de Mallorca. Lo primero me importa una morcilla –o una morcella, que es como llaman en León a ese chisporroteo breve y casi fatuo del fuego en las hogueras- y lo segundo me suena a retórica hueca, a justificación mediocre, a frase dúctil de embajador del César en las provincias conquistadas. Miquel Nadal, por su parte, ha abierto sus pálidos ojos azules para informarnos de que no cree en las encuestas y espera el suficiente respaldo de los ciudadanos como para ser el alcalde de la ciudad. A eso se le llama optimismo. O temeridad. O inconsciencia. La misma que hay que tener para volarse de gorra todos los cielos habidos y por haber o costearse, sin pudor alguno, los carteles publicitarios de su campaña, gracias al erario público. Por supuesto.

Pero las sorpresas hay que buscarlas. Repaso papeles antiguos –como quién se busca entre las ruinas de la memoria- y me encuentro un cuadernillo de las Lecturas-Votaciones “Reina Amalia” 1982. Allí leí, por vez primera, un poema entre poetas. O así. Otro de los participantes era Miquel Angel Llauger. Ya decía yo que su cara me sonaba de algo.

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sábado, mayo 5

tótem y tabú

La Telaraña en El Mundo.


Vivimos tan inmersos en los símbolos que apenas ya sí reparamos en ellos. ¿Saben que no hay tribu sin su animal totémico y que el de Mallorca ha sido siempre un murciélago? Pues eso. Súbanse, si les place, a los altos del pequeño obelisco de la fuente de las Tortugas y fíjense en el depredador nocturno, en el membranoso y alado ratón ciego que nos representa. Quizás en ese símbolo de la noche, de la transgresión y de lo prohibido encontraremos algunas de nuestras claves más íntimas y olvidadas.

El murciélago nos ronda y mirar hacia otra parte no solucionaría el problema. Lo convertiría en tabú y tabúes nos sobran. No podemos sacrificarlo. Tampoco nos serviría convertirlo en un burro catalán. Quedaría más aparente, es cierto, pero ya tenemos demasiados burros catalanes en plaza y además los tiempos no corren, vuelan, y a falta de algo más rápido y seguro bien que nos valen los radares ocultos del maldito roedor, con fama fraudulenta de vampiro.

Ello explicaría los altos vuelos de Miquel Nadal y su previsible caída en picado o cómo las auto-entrevistas de Munar –tanto en prensa como en televisión- acabarán constituyendo un género literario aparte. El de la palabra boba que se reproduce rápida para, poco a poco, casi como un eco arrojado al vacío, desvanecerse en nada. Nos deja un cierto rubor. Un sabor desagradable. Así me entero de que en Mallorca el reciclaje de residuos es la hostia, el no va más. Y que para el 2017 una tercera parte de nuestros residuos será, perfecta y ecológicamente, reciclada. Por ley, por defecto, porque sí. ¿Tendremos que esperar tanto para que Munar sea, también, no un residuo, sino una venerable boñiga de murciélago? Saludablemente reciclada, por supuesto.

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viernes, mayo 4

el futuro

Tengo un poemario acabado y otro en tránsito. Un ensayo abandonado. Unas hojas envueltas en misterio de las que todavía desconozco origen y desenlace. Y además, el honor de un prólogo al libro El Incendiario de mi admirado y admirable Miguel Veyrat (de próxima aparición en Ediciones La Lucerna).

Todo lo que tengo son palabras.

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La Telaraña en El Mundo.



¿Qué tendrá el futuro que siempre anda en boca de todos? ¿Qué sabemos de él, qué le esperamos, qué le deseamos? Se me ocurren muchas respuestas y todavía una última pregunta. ¿Cómo librarnos de la obsesiva retórica de un futuro mejor? Ya cansa su terca cantinela, su perseguirnos de continuo con sus cánticos redentores, sus paraísos con sabor a soborno, a falacia, a tiempo perdido, a embajada irreal de un país imaginario en un lugar que no existe. Parece que así funcionan algunas cosas.

Mañana toca Diada, Lengua, Autogobierno. Toca la partitura exacta de la Obra Cultural Balear en todo su esplendor y crudeza. El de un mosaico de niños representando, inocentes, el futuro perfecto escogido por otros, unos pocos iluminados. Toca folclore del de siempre; del que a mí, como al resto de la clase, me llevaba, también inocente, al Estadio Luis Sitjar a intentar componer ridículos hologramas florales. Ahora los llevan a la Plaza Mayor a metamorfosearse con las entrañas vírgenes de la Mallorca del futuro. No sé si el olor a rancio y a naftalina repiten. Tengo arcadas. No sé si el desagradable olor de la miseria espiritual será el mismo, pero igual se le parece.

No es lo mismo, sin embargo, observar a Rafael Nadal y Roger Federer fotografiados con el Altar Mayor de la Catedral al fondo –el pabellón inacabado de Antoni Gaudí presidiendo, como suspendido del aire, la ingravidez gótica de la experiencia religiosa- que verlos recortados contra el barro cavernario, denso, fatigado de sudor y materia, de Miquel Barceló. Tampoco lo es verlos jugar sobre la hierba de Wimbledon o la tierra de Roland Garros que sobre la superficie imposible, absurda, del Palma Arena. Pero aquí lo importante no era el tenis, sino los anuncios, los cambios de zapatillas y, al fin, la fugaz y repentina imagen de Ramón Socias, móvil en mano, quizá pasando revista meteorológica a la vieja ruta de Argel en su batalla contra las pateras perdidas. El éxito turístico también tiene sus riesgos.

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