LA TELARAÑA

jueves, abril 12

Navegación en cabotaje. Prefiero hablar desde esa precaución que abandonarme a la posibilidad persistente de un viaje a la deriva. Aún así, el lenguaje busca muelles donde descargar su sustancia. Es posible entrever una dirección sostenida y consistente entre los abordajes pasajeros y casi siempre violentos de la razón. Sus impulsos –destructivos o constructivos- nos lanzan esporádicamente contra los arrecifes más inmediatos para recordarnos que, en algún lugar del camino, nos esperan los últimos rompientes, los que habrán de concluir el viaje con una metáfora de naufragio inevitable, con nuestros víveres y tesoros más preciados hundidos de manera plúmbea en el enigma. Ese lugar subterráneo del que, de vez en cuando, tenemos noticias por el cíclico movimiento de las mareas sobre las arenas húmedas y revueltas es el origen y el final del conocimiento.

[A veces recuperamos algunas monedas, algunos cequíes envueltos en óxido, algunas viejas astillas de madera podrida con un nombre grabado. El nombre nos es devuelto; no así su significado.]

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