LA TELARAÑA: las palabras de Miguel Veyrat

sábado, noviembre 25

las palabras de Miguel Veyrat

La presentación ha resultado incluso mejor de lo que esperaba. Os dejo las palabras de Miguel Veyrat. Gracias infinitas, amigo.



ALREDEDOR DE JUAN PLANAS BENNÁSAR

Miguel Veyrat

En 1962, Luis Cernuda publicaba un homenaje al poeta Miguel Altolaguirre, compañero suyo en la pérdida y el exilio, comenzando con estas palabras: “Si preguntáramos a cualquier lector capaz de saber qué es lo que lee y capaz de valorar lo que lee: ¿Qué razones deciden en España el aprecio hacia un escritor?, nos respondería sin duda: El valor literario y estético de lo que dicho escritor haya escrito. La lógica de tal respuesta, por muy perogrullesca que sea, estaría en falla. ¿Por qué? Porque en España, las reputaciones literarias han de formarse entre gente que, desde hace siglos, no tiene ni sensibilidad ni juicio, donde no hay espíritu crítico ni crítica y donde, por lo tanto, la reputación de un escritor no descansa sobre una valoración objetiva de su obra”.

Y dicho esto, que sigue vigente, deberíamos dar por finalizado el presente acto, recomendando a los futuros lectores de Juan Planas mostrar públicamente su aprecio subjetivo por una de las obras poéticas más sorprendentes con que se hayan podido topar en su vida de aficionados a las letras, pero que no está “de actualidad” en la llamada vida literaria nacional. Porque también es verdad lo que a continuación afirmaba el gran Cernuda, citando esta vez a Larra, que en España todavía hoy escribir es llorar, porque el renombre, y por tanto la oportunidad de ser leído, de un poeta, está basado tan sólo en su “actualidad”…

Se es “actual” como poeta, queridos amigos, cuando se logra mantener sobre el estro el foco de los medios de comunicación, lo que suele decidir a muchos mal llamados editores a “invertir” en ese nuevo caballito trotón. Pero, ¿cómo se consigue dicha “actualidad”?, ¿trabajando sin descanso para construir una obra?, ¿con valor literario y estético? No: Solamente se consigue poniendo en juego las habilidades sociales que permitan concursar sin descanso en carreras entre poetas, obteniendo cintajos y galardones varios y sucesivos, según el jurado ad hoc de amigos y allegados, o por mediación del poder del partido político que ocupe el gobierno en determinado momento.

Y ahora, no demoremos más el placer de transmitir a ustedes las impresiones que me ha sugerido la lectura, por supuesto subjetiva, pues no soy crítico sino poeta, de los libros de Juan Planas Bennásar que hoy se presentan aquí. Pienso que nos hallamos ante una de las obras más hermosas, y sobre todo coherentes, de la literatura contemporánea española. Juan Planas ya está siendo reconocido en su tierra como el mejor de los poetas, sin necesidad de galopar compitiendo, asaltar periódicos, lamer espaldas de políticos o pertenecer a ninguna de las “corrientes” poéticas de moda como “sentimentalidades”, “conocimientos”, “experiencias” o “silencios”… Aunque sí ha querido, y se lo agradecemos, dar un salto hasta Madrid para confirmar ante esta tribu manchega de lectores, a pecho abierto y sin medallas, su alternativa de escritor capaz de conmover hasta las vísceras a quien recorre sus copiosas páginas de poesía escrita, tanto en verso como en prosa.

Juan Planas no recibe la poesía como una “revelación”, como se ha escrito recientemente, sino como un asombrado encuentro que procede de su recorrido verbal hacia la bóveda cordial del otro. Y me explico: La poesía no es algo revelado, pues eso pertenece a las religiones: Nace de la conciencia plena de estar vivo, y como tal, de lo más sensible de esa emoción primaria. Esa emoción insomne produce en el cerebro el chispazo que resultará en poema al encontrarse con la facultad del lenguaje, en su empeño de ser comunicada en un acto tan amoroso como el que produjo su aparición inesperada. Al hallar las palabras con que nombrar y transmitir esa pasión recién nacida, el poeta las ordenará de forma musical, mediante un conocimiento comunicado desde las esferas que pueblan junto a él el universo, como creían los pitagóricos. Esto es lo que me ha hecho repetir a menudo que Poesía es Metafísica y Música a un tiempo.

Pero, ¿es la metafísica una “revelación”? No, no lo es, sigue siendo una búsqueda más allá de lo aparentemente cognoscible de los objetos que nos rodean, un afán por hallar sus nombres y su sentido, aunque al convertirse en materia poética prescinda de la razón especulativa, apoyándose en un pensamiento analógico. Como decía la maravillosa poeta disfrazada de filósofa que fue María Zambrano: “El filósofo busca, el poeta encuentra”. Mas no le resulta fácil al poeta encontrar los nombres con que poner a vivir las cosas. Como ha aclarado muy bien Juan Planas, “sólo los condenados conocemos el itinerario secreto”.

Y condenados somos todos aquellos que nos marginamos voluntariamente del arte de razonar que inventó Platón, al tiempo que condenaba la poesía lírica, para encontrar las ocultas galerías que nos conducen a un método de conocimiento no normativo, no exacto, no útil para hacer leyes o construir sociedades, pero sin embargo certero y capaz de desconchar las más duras piedras a la luz de ráfagas de ritmo hecho palabra, para hacerlas llorar, cantar, exaltarse, conmoverse o movilizarse incluso hasta la muerte.

¿Morir por la palabra? Sí, la tradición nos ha enseñado que periódicamente se celebran en las sociedades más oscuras verdaderas hecatombes, matanzas de poetas que intentaron alumbrar la libertad de conciencia entre los hombres de su tiempo: Porque esa conciencia es el verdadero dios del poeta, el dios no revelado, pero a menudo oculto, que anida en lo más hondo y misterioso de la naturaleza humana. Las vías de acceso a su seno son secretas, ciertamente, pero no inaccesibles: Se llega siempre hasta nuestro dios natural siguiendo el ritmo iluminado de un auténtico poema: El asombroso encuentro, por ejemplo, en los alrededores de una mansión poblada por luciérnagas de sentido.

Y no en vano Juan Planas invoca a Eliot como emblema de su obra, pues así como el maestro de nuestra generación preñó poéticamente la tierra yerma de todo espíritu a causa de la guerra, abrazándose a la Tradición, nuestro amigo poeta sabe que la esencia de la que se nutren sus luciérnagas para alumbrar la noche, se encuentra en su voz latiendo al unísono con el eco de todos los poetas que han cantado desde que la mente humana empezó a latir en el cráneo de un primate: Desde el amor de Enkkidu por Gilgamesch, de Dante por Beatrice, de fray Juan por su Jesús o la no menos ardiente pasión de Whitman por los muchachos sesteando como faunos entre su barba llena de mariposas: Juan Planas acoge en su obra la Gran Tradición, y con ella vibran de nuevo las voces de quienes la construyeron, resonando en cada uno de sus versos tejidos con temblorosa materia orgánica.

Porque a todo esto, “Los pliegues ocultos” de Juan Planas Bennásar no son tales, que son muy claros, por el contrario: Mucho más que la angustia que él intenta dilucidar entre las telarañas de lo injusto de saberse hombre al tiempo que capaz de amar, de negar y de morir, hombre frágil que sólo está seguro de que tras las amplias y verdes praderas de palabras, se oculta siempre la nada, y que tras la nada no existe otra vida que ésta, palpitante y tangible, que nos vemos abocados a celebrar para abandonarla un día que sabemos ineludible.

Aunque también sabemos que para ello, como salmodia nuestro poeta: “siempre podemos desnudarnos con palabras y exponer nuestros naipes a la curiosidad de la luz. Dejarlos flotar entre las transparencias. Y luego descubrir el pulso y la secreta influencia de los círculos concéntricos, las proyecciones de Gauss, las espirales logarítmicas en las semillas de girasol, la curva de Koch o la recta de Leonard Euler en la mitología triangular de la creación contra la ternura infinita del asombro que nos cautiva”…, para terminar quejándose, al plegarse sobre su epitelio espiritual, de que todo ello nos conduciría, inevitablemente, “rumbo a la exactitud de la nada”.

Exacto: Esa nada exacta es lo único que podría descubrir el filósofo en su búsqueda, a menos que la descifrase con ideas supuestamente reveladas buscando paliar el desconcertado asombro del recorrido. Pero muy al contrario, el poeta adivina que en su lugar itinerante y sin método alguno, deberá exponer sus naipes a la curiosidad de la luz, y en ella, al aplicar el Principio de Incertidumbre que definiera Heisenberg formulando la mecánica cuántica, encontrar el camino posible, entre transparencias, hacia lo único por lo que merece la pena vivir: Para el mismo latido húmedo, cálido y lírico que halla sentido en cada oculto pliegue del corazón de cada lector, sin pedir nada a cambio que no sea haber llegado finalmente al pálpito que no contradice, por un instante, al propio corazón estremecido por el exacto hielo de la propia nada.

Estremecimiento que, por cierto, podrán ustedes experimentar de inmediato, al escuchar la voz de este poeta de cuerpo entero batiéndose en duelo consigo mismo, y juzgar al fin de primera mano, sin intermediario alguno, el valor literario y estético de lo que ha escrito…

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6 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Bellas palabras, sí señor, y certeras, lo que no entiendo es el discurso denostable del principio. Solo hay Poesía.

25 de noviembre de 2006, 17:06  
Anonymous Anónimo said...

ya era hora que se te valorara como te mereces, y más por poetas de una talla intelectual como la de Veyrat.No pude estar ahí, circunstancias que te comentaré en privado me lo impidieron. Pero como ritual estuve leyendo a la hora del acto, el pdf que me mandaste.

Raúl

>>estoy sin internet, por lo del cambio de domicilio y tal, te aviso nada más que me lo instalen

25 de noviembre de 2006, 21:19  
Anonymous Anónimo said...

Querido ¿Toni? El principio me parece un lúcido ejercicio de ubicación. Refleja dónde estoy y hasta dónde estamos... El resto es poesía, como bien dices.

Querido Raúl. Espero noticias tuyas!!!

Abrazos

Fx

28 de noviembre de 2006, 20:56  
Anonymous Anónimo said...

Sí, Juan, lúcida ubicación. Podría entenderlo, pero creo que quien no tiene etiquetas tampoco debe etiquetara nadie, insisto, solo hay Poesía. ¿Hay otra libertad?

29 de noviembre de 2006, 8:16  
Anonymous Anónimo said...

Coño, siento lo de la errata. Por cierto, Los Pliegues me parece magnífico.

29 de noviembre de 2006, 8:20  
Anonymous Anónimo said...

Hombre, ya sabes lo poco que me gusta a mí definir mis cosas y las tuyas y las de cualquiera... pero es obvio, sí, que "desetiquetarse" es también una forma de "etiquetarse", pero dentro del lenguaje hay alguna que otra servidumbre ineludible... También la libertad -como la poesía- requiere multitud de pasos previos y simultáneos para ser cierta: consciencia y desprendimiento, respeto a la propia naturaleza y a la ajena, contención y desbordamiento.... en fin, que nada es fácil y la unicidad tiene múltiples pliegues donde desarrollarse y absolutamente todo requiere voluntad y esfuerzo:-))

Abrazos!

Fx

29 de noviembre de 2006, 10:18  

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