LA TELARAÑA: el sistema

jueves, octubre 26

el sistema

La Telaraña en El Mundo.




No sé dónde colgarme un auténtico “piercing” antisistema. Se me ocurren los lugares más heterodoxos, pero desisto rápido. Al sistema le importan poco las costumbres tribales y hasta se permite el lujo de enviar a los orondos líderes de los Latin Kings y los Ñetas de gira por Cataluña. Su próxima escala debiera ser el Consell de Munar. Lo único que le falta a su nacionalismo de sal gruesa es nombrarlos “nuevos mallorquines” igual que hace con las Casas Regionales.

Pero al sistema le rondan las predicciones de Agustí Jansà. Nos esperan veranos tórridos e inviernos áridos. Días de arenisca y noches hipnóticas como el chasquido intermitente de una lengua reseca. Sólo falta añadir el lento desguace de una lluvia ácida para completar el paisaje de la desolación, el derrumbe de una civilización de playas y turismo, de ocio y relativo bienestar. No sé si ese futuro es evitable -lo primero sería cumplir a rajatabla el papel mojado de los acuerdos de Kyoto- pero sí sé que las irrespirables atmósferas de Blade Runner tienen poco que ver con la evolución normal de la naturaleza y mucho con el desarrollo industrial e inmobiliario. A algunos se les va a acabar el chollo. Suerte que siempre nos quedarán los “swingers” para seguir caldeando el ambiente.

No soy partidario de ningún registro lingüístico. No quiero que me “normalicen” en nombre de ninguna mayoría estadística. Pero más aberrantes son las objeciones que lanza UM desde su frágil atalaya en la presunta cúspide filosófica-nacionalista de considerar la lengua como una opción ideológica. Hay que estar muy enfermos para hablar castellano o catalán por una simple cuestión de ideología. Cosas así me recuerdan que la realidad se descompone rauda sin que nadie airee las habitaciones. También me recuerdan el nutrido grupo de venerables ancianos republicanos con el que osó finalizar su Informe Semanal del pasado sábado, la Primera de Televisión y del Gobierno, cantando todos juntos el Ay, Carmela. Qué bochorno.

Etiquetas: