LA TELARAÑA: el discurso de román piña

jueves, mayo 4

el discurso de román piña





ALREDEDORES o la mansión de las luciérnagas, de Juan Planas - por Román Piña


Hoy se produce un fenómeno físico muy especial para mí, y es el que ha hecho posible que yo pueda hablarles de Alrededores o… de Juan Planas, un libro que publica Javier Jover en su editorial Calima, nueve años después de publicarme a mí mi primer libro, las Ingles celestes, y después de haberme convertido yo mismo por extraños azares en editor de los dos libros anteriores de Juan Planas, Insomnios y Fuera del tiempo, publicados en la Guantera de La BdP.

Hay muchas maneras de presentar un libro. Últimamente no se lleva la hagiografía del autor ni la consagración y el elogio desmedido de la obra en cuestión. Últimamente no se lleva ni siquiera la mención de la obra que se presenta. Hay presentadores que incluso se proponen destrozar el libro que amablemente les han invitado a presentar. Estos son, seguramente, presentadores que se quieren jubilar, que arman la gorda en un graznido de cisne para que quede claro que no están ya para estos trotes.

Tenemos la presentación pirotécnica, que consiste en lanzar innumerables cohetes para entretener quince minutos al auditorio sin tener que decir “este es un gran libro”. Suelen darse cuando el libro o no ha gustado o no se ha leído. Un ejemplo de esta modalidad nos lo ofreció Umbral cuando presentó el último premio Planeta, del que no habló ni bien ni mal porque perdió sus notas en el taxi.

Hay presentadores muy malvados que disfrutan torturando a los autores, con un discurso tibio, indeciso, voluntariamente ambiguo, que da una de cal y otra de arena, jugando a rigurosos, como si no se quisieran dar por enterados de que presentar un libro debe ser hacer todo lo posible para venderlo al final del acto. Son los presentadores sádicos, o bien están vengando una antigua afrenta, o bien protestan porque no se les va a invitar a cenar después.

Los presentadores más descarados no dicen ni mu del libro, se las apañan con hablar del autor, no como escritor, sino como personaje. De la última presentación de un libro de Juan Planas, yo sólo me enteré de que un su juventud ese señor se paseaba con una gabardina por los soportales de Jaime III, y de que era la envidia de todos los que sueñan con estar jubilados a los 50 años. Se habló también del hogar en el que vive, pero eso algo que no se puede repetir hoy, sobre todo porque hoy vive en una casa muy distinta.

Si yo fuera un presentador de esta categoría, les diría que Juan Planas ha conseguido varias importantes cosas en los últimos tiempos: dejarse barba, dejarse bufanda, y dejarse de editores mindundis para entrar en el olimpo de las editoriales dignas de tal nombre, como son Calima y La Lucerna, sello en el que publicará la continuación de Alrededores. Lo que no deja Juan es el tabaco, y bien que nos pesa. Pero cómo dejar a Juan sin sus cigarrillos. Sería como dejarse sin sus ordenadores, un asesinato. Juan es un vampiro que se alimenta de la sangre virtual de lectores e internautas por la noche, y que sólo puede enfrentarse a la luz del día con el talismán de la cajetilla de ducados. Mauricio Wiesenthal, todo un ejemplo de escritor dandi, declaró que existe una prenda llamada abrigo Dalmau, según el modelo que usara Miquel Dalmau. No es más difícil aceptar hoy el modelo de bufanda Planas, el modelo de gafas Planas, y el modelo Planas de “café con cigarrillo en terraza de bar de Plaza de los patines”. No vamos a dar todas las pistas, pero se comenta en círculos médicos que a falta de casos de gripe aviar, en Mallorca están naciendo una serie de anomalías que van a tener por nombre “orzuelo Planas”, “multierección Planas” o “insomnio Planas”.

Pero yo no quiero ser un presentador de esta categoría. Yo quiero hablarles de Alrededores, la primera novela de Juan. En toda novela hay mucha artesanía, mucha carpintería, artificio y a menudo paja. Con este título, el libro que nos ocupa promete rodeos, circunloquios, divagaciones y bichos. Pero no es así, porque estamos ante una novela en verso, una novela poema, y así como la poesía no admite desperdicios, Alrededores no los ofrece. Con este poema largo Planas se estrena como narrador. Parece que se haya dicho: ya está bien de hacer el mono gramático.

Alrededores se desmarca de la prosa lírica de insomnio y telaraña a la que nos tenía acostumbrados, para mostrarse como un hábil jugador literario. En la mansión de las luciérnagas por supuesto que hay telarañas. Uno va leyendo el poema y parece que sólo a través de ciertos huecos en la telaraña polvorienta pueda hacerse parcial idea de lo que ocurre allí abajo. Aquí Planas ha jugado unas cartas de una baraja nueva, y ha demostrado dominio y habilidad para ganar. Se ha propuesto recrear un ambiente culturalista y decadente, en un íntimo homenaje a sus autores de referencia o de conveniencia, y le ha salido una pieza original. Juan jugaba con la ventaja de su madurez. No ha intentado imitar, casi parece que ha acabado por parodiar. Me ha recordado a Jaime Siles, quien, cuando quisieron etiquetarlo como culturalista se sintió incómodo, porque no puede ser culturalista quien es simplemente culto. Juan ha optado por inventar una historia decadente y fantasmal en Alrededores. Ha querido ser romántico, y nos ha sumergido en el fascinante territorio de Rebeca de Daphne de Maurier, en una mansión sin amo, sólo habitada por una sirvienta sin nombre, sus recuerdos, sus monólogos.

Le hice una entrevista a Juan hace unos días y le pregunté si había escrito voluntariamente un libro austrohúngaro. Se rió mucho y respondió que sí. Pues bien, decir austrohúngaro es decir decadente, culturalista, cosmopolita, europeo pero no español, europeo de la europa exquisita. Austrohúngaro es moscovita, checo, alemán, francés, veneciano. Pero sólo es un truco: esta atmósfera que es sólo decorado, Juan la ha minado de versos perturbadores, que nos suenan más a Kafka que a Goethe.
Por ejemplo, mis preferidos: Una mañana se fue de pesca y dejó escapar muchos ojos moribundos. Temió que se le clavase una última mirada.

Magnífico hallazgo poético, que trasvasa al muerto la capacidad de matar, que nos aterra con la violencia de una mirada que se clava como un gancho más letal que el hierro. Esta es la poesía que nos convence, la que no está en las palabras, sino en la fuerza de la acción que describen. En una novela, esta escena merecería por lo menos cuatro páginas.

Como una canción oscura vamos leyendo ese estribillo de “el señor no está en casa”, y vamos descubriendo pistas de una borrosa historia, juega como Hitchcok a intrigarnos. Nos acordamos también de Vértigo, vamos de la tempestad de Alrededores, de un naufragio en un lago de vodka, de unos arrecifes mortales, a las olas rompientes de Rebeca. Son puras telarañas marca Planas. Desciframos lentamente la verdad de los fantasmas, con la escasa luz parpadeante de unas luciérnagas. La sirviente deambula, envejece, habla sola, y recuerda a otros actores del drama, Edith, Emir, Nicolás, Elisabeth… Resuenan ecos del terror romántico, más cerca de Stoker que de Brown. Hay huesos en el sótano, hay amantes pasados a cuchillo, hay fragmentos de un puzzle y hay aforismos que justifican todo el poema por sí mismos: el paraíso es sólo un soborno/y su precio un exceso. La mansión es un escudo, un arca de la salvación, un refugio contra el tiempo, la locura, la razón. Es el espejo roto donde el lector puede reconstruir una seducción y sus efectos. Cuanto más veces lees Alrededores, más admiras el sorprendente trabajo de Juan Planas, que ha elaborado cada estrofa, incluidas las de los falsos versos desechados, con cabeza de narrador, más que de poeta. Mi más sincera gratitud y enhorabuena, Juan, por este hallazgo memorable. Esperamos la continuación de este ambicioso libro y nos conformamos con que sea la mitad de rompedor y brillante. Has acertado plenamente, porque el brillo de la luciérnaga vale más que todos los diamantes del mejor joyero de Mallorca, que todos sabemos de quién es.


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Muchas gracias a Román, a Javier y a todos lo que asistieron al acto. De veras. Es todo cuanto puedo añadir.

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6 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Rayos, ¿quién es ese que está entre Román y Javier ver?. Querido Juan, espero con verdadera ilusión tu próxima novela, ja.

4 de mayo de 2006, 12:50  
Anonymous Anónimo said...

jajaja yo también, yo también:-PP

Saludos, amic

4 de mayo de 2006, 17:23  
Blogger Luis Amézaga said...

Un fumata tan elogiado. Anacrónico ::))

Se os ve muy serios. ¿Fue así?

5 de mayo de 2006, 11:00  
Anonymous Anónimo said...

es que no se podía fumar :-PP

Por lo demás, la fiesta fue delirante:-)

Un abrazo!

Fx

5 de mayo de 2006, 12:03  
Blogger Cisne Negro said...

Como siempre debo disculpar mi ausencia por el trabajo. Wish I had been there.

6 de mayo de 2006, 0:38  
Anonymous Anónimo said...

Ya te habías disculpado, man. no hay problema:-)

Saludos

Fx

6 de mayo de 2006, 12:25  

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