LA TELARAÑA: libertad vigilada

lunes, agosto 1

libertad vigilada

Sin duda resultaría imposible averiguar, con exactitud, qué entienden el 70 por ciento de los ciudadanos encuestados estos días por El Mundo-Sigma Dos, por aceptar “cierta” reducción de las libertades individuales a cambio de un aumento de la seguridad. Ambos conceptos son tan subjetivos que la cuestión abruma. Seguro que hay gente que se encuentra muy a gusto en un aeropuerto literalmente tomado por las fuerzas del orden. Seguro. Pero también la habrá que sienta un enorme resquemor -y hasta lógica tristeza por el género humano- ante tanta vigilancia y tanta invasión de la privacidad. No se trata de escapar al fuego cruzado. Se trata de eliminar por completo su posibilidad.

El problema, tal vez, no sea tanto lo que se puede perder en ese catálogo reduccionista que se quiere aplicar a la libertad formal, sino dar por supuesto que corresponde a los Estados decidir qué parcelas de libertad deben, o no, ser expropiadas. A mí eso me huele francamente mal. Sobre todo porque son los mismos Estados, sus gobiernos, los que arman y desarman a unos y a otros, a sus amigos pero también a sus enemigos, según antojos peregrinos que más tienen de connivencia mercantil que de construcción sensata de un panorama internacional en equilibrio. O sea, en paz.

Ambos conceptos -libertad y seguridad- están íntimamente tan interrelacionados que resulta arriesgado y casi suicida pretender pesarlos en una ficticia balanza y creer saber donde se encuentra el equilibrio. Lo más probable es que, en el fondo, ambas palabras sean sinónimos de una misma metáfora: la vida. Pero nadie puede escapar al hecho de que vivir implica asumir bastantes riesgos. No se trata de la asfixia de revolcarse sobre campos minados o de la angustia de esconderse en búnkeres de clausura. La vida es otra cosa. Y a mí, pese a todo, me gustan sus sombras afiladas y también su peligro.

Etiquetas: