LA TELARAÑA: libros como islas

lunes, marzo 7

libros como islas

Este es un lugar de paso, donde la voluntad de permanencia siempre es un misterio que se esconde de muy diversas maneras, para reaparecer cuando - y donde - menos se espera. Por eso me llegan libros muy diversos, muy distantes entre sí y, sin embargo, muy semejantes en su afán de convertir la geografía en un experimento poético de ubicuidad que, tal vez, aviso, sólo sea una invención mía. Pero ese es mi problema y no tengo por qué desvelarlo. Pienso, por ejemplo, en “La muerte de mamá”, novela lírica del puertorriqueño Yván Silén (1944) que intenta reconciliarse con una memoria anterior a la que se encierra, tullida, entre los recovecos del lenguaje: la esencial biografía de la libertad, desde siempre prisionera del abrazo del tiempo que no nos hace ni mejores ni peores, sólo nos dispersa. Esa crítica - que Yván extiende a los límites donde se interrelacionan, no siempre de manera afortunada, cultura, religión y arte - es la literatura en sí misma, como acto radical concebido para asesinar el tedio. Pocas veces puede constatarse que una isla es, como esta isla, otra isla y la misma. Mis islas son un lugar extraño.

Otras veces los manuscritos son como mensajes en una botella, no están siquiera encuadernados y son folios donde se acumulan las palabras como si fueran la piel del hombre expuesta a la intemperie. Por ejemplo, en “Esencias”, una inacabada reunión de poemas del mallorquín José Ramón Caubet, las frases se alargan y confabulan para sortear el olvido y la diáspora con poemas amargos, que suenan a despedida sin ser tristes. Algo similar se esconde y revela en las palabras lúcidas - “Amo esta herida, por qué negarlo” - del valenciano, residente en Palma, Juanjo de la Asunción (1949) en su recién editado “Delirios y reflexiones”, Editorial La Lucerna, 2005. Aquí los versos se encabalgan sobre unas inquietantes ilustraciones de Nando Ros y el resultado es poesía que busca el retrato interior, el contacto con el fuego íntimo de las certezas y las dudas, de la búsqueda que agota pero nunca finaliza, del dolor y el asombro, que aquí se convierten en estricto conocimiento - y delirio reflexivo - de una naturaleza, que ya en la dedicatoria inicial del libro el autor nos manifiesta que es la isla de Mallorca.

Otros libros, como “Último asalto” de Carlos Meneses Nebot son un ejemplo de otro lirismo, que se alía con la realidad para descifrar por dónde, por qué canales, hacia qué direcciones puede salpicar tanta sangre derramada. No, no estamos ante un libro de boxeo, sino ante la narración violenta de un combate que sólo en apariencia siempre se acaba perdiendo: el de la vida. Aquí la trama es la acción. Aquí el pensamiento es la acción. Aquí la acción gobierna los signos y se encarna en la palabra escrita. La acción, de nuevo. Esa isla me resultaría más difícil que otras sino fuera porque la maestría de Meneses me la dibuja con la misma claridad que lo haría un golpe en la nuca, o el lento pero deslumbrante despertarse de cada mañana ante la verdad del espejo. Hay muchas formas de seducción.

Así mismo, y aunque sucede en contadas ocasiones, sucede que al acabar la lectura de un libro me invade la sensación - que es certeza dulce, pero también incómoda - de haberme descolgado de la trama mucho antes de llegar a la última página. Luego, un epílogo afilado me rescata de la amnesia y me confirma que en realidad nunca atendí a la trama ni a sus actores, que sólo me dejé llevar por el remolino de las palabras, su estructura aérea, su entramado de conceptos, ideas, metáforas e incluso sus músicas, que son - Lou Reed, Mayall, Neil Young, Leonard Cohen, sin duda Bowie - también las de mi propia vida... Y sé que hice bien y que el libro mereció la lectura. Me refiero a “El Mensajero de Argel”, Editorial Destino 2005, de José Carlos Llop (1956), un exquisito ejercicio de estilo donde la memoria pugna por encontrar el rastro que la condujo a ninguna parte. Algo similar me pasa a mí algunas noches cuando se evapora el mundo y me abrazo entonces a algunos nombres, sabiendo que sólo son islas. Breves, pero inmensas.

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4 Comments:

Blogger Luis Amézaga said...

Sinceramente, no salgo de mi asombro. Pensábamos que había que aterrizar en Barcelona o Madrid para que las palabras significaran algo, pero con vosotros se me caen los palos del sombrajo. ¡Qué actividad cultural más frenética se cuece en esa isla!. Contadme qué ocurre, porque algo raro hay. En pocas líneas Juan ha hecho una demostración de nombres que ratifica mis sospechas, y sé -por lectura y por referencias- que son innumerables las firmas que por allí rellenan folios con mucho talento.
¿Es la brisa? ¿La isla?. ¿Tomáis algo ilegal?

En varias ocasiones he tenido la suerte de visitar Mallorca. ¿Va a ser esa la razón de esta vocación mía del todo ruinosa?

8 de marzo de 2005, 11:24  
Blogger MORPHOS 7.0 said...

Estoy con Luis que por allí hay mucho talento: y además se sabe oir -o leer- lo que llega de fuera:-))

8 de marzo de 2005, 15:37  
Anonymous Anónimo said...

Hola, socios! Hay dos cosas importantes ?ltimamente en mi vida ( hay m?s pero me las callo:-) Una fue irme de Mallorca a Bcn y pasar all? unos a?os; y la otra fue volver y encontrarme las condiciones exactas como para reinventarme la isla.

:-)

Fx

8 de marzo de 2005, 20:36  
Anonymous Anónimo said...

Uhmm y ahora porqué no salen los acentos y las eñes??????

Fx

8 de marzo de 2005, 20:38  

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