LA TELARAÑA: Escritores suicidas

viernes, noviembre 19

Escritores suicidas

El suicidio como insumisión, fracaso, locura o lucidez, como viaje sin retorno a los límites, como último mimetismo hacia el Padre Hacedor y su aireada paradoja: no hay creación sin destrucción. La alquimia de las ruinas. La muerte anticipada. El romanticismo de una agonía o lucha que finalmente se enquista y se disuelve con el triunfo de la oscuridad sobre el claroscuro vivificante. El conflicto irresuelto entre realidad y deseo, el desengaño amargo o la degeneración consciente de la voluntad de existir. La tenue llama que suplica que la brisa la refresque y la tormenta la enerve. Y al final, el silencio de los conceptos, una página más que caduca, la existencia que, aun así, se renueva.

Todos estos temas, entre muchos otros, surgirán en la última tertulia de Literarte – un oasis en el panorama cultural palmesano – donde podré balancearme en compañía de Rafael Bravo, Ivis Acosta, Mario Moledo, Antonio Rigo, Rosa Montiel y Antonio Saura, para debatir, lo más literariamente posible, en torno a el suicidio.

Todos sabemos que las ideas son asépticas, pero nos permiten el juego riguroso del pensamiento. Sólo el fanatismo las convierte, puntualmente, en arrogantes y las envilece. Por eso, las asociaciones posibles del suicidio son innumerables, sino infinitas. Restringirlo a la lucidez, por ejemplo, es una barbarie de enormes proporciones, salvo cuando la lucidez ciega, y es bien sabido que en ocasiones así ocurre. Es entonces cuando la imposibilidad de digerir lo que se ofrece a los sentidos puede acarrear desenlaces imprevistos y trágicos. Esa luz que rompe el claroscuro de la existencia nos coge de la mano y nos asesina a poco que la debilidad nos venza.

Ceñirlo a un fracaso personal, y sólo a eso, también constituye una imperdonable simplificación. Quizá el sentido último de la vida sea su sinsentido, pero - juegos malabares al margen - ese sinsentido existe y es real; puede, por tanto, ser asumido y convertido en perfecto depositario tanto del humor y la ironía, la exactitud y la precisión, como del caos y las catástrofes; de las ganas de vivir y del placer o sufrimiento de algunos instantes. Puede servirnos para no tomarnos las cosas demasiado en serio y así poder embarcarnos en la ruta de viaje, en la obra en marcha que es la vida, con sus instantes de creación y sus derrumbes controlados. Somos todo eso y, sin dudarlo, muchas más cosas.

La lista de escritores suicidas es inmensa. También lo sería la de no escritores y hasta la de analfabetos. Repasemos nombres, intentado evitar su aureola mítica: Stefan Zweig, Hemingway, Virginia Wolf, Guy de Maupassant, Jack London, Ambrose Bierce, Paul Celan, Alejandra Pizarnick, Larra, Horacio Quiroga, Cesare Pavese, Sylvia Plath, Malcom Lowry, Dylan Thomas y Gabriel Ferrater, por citar algunos de los más conocidos, sucumbieron a la tentación de dejar de existir. Unos lo hicieron por desesperación y dolor; otros por convicciones indescifrables; algunos lo intentaron varias veces a lo largo de sus vidas; otros sólo una vez, la definitiva.

Aunque me ha costado recabar la información completa, también hubo un suicida mallorquín. Se trata del poeta Andreu Cloquell, joven de gran rigor intelectual, me dicen, que publicó en diciembre de 1980 varios poemas en la Revista Reduccions – en concreto, Recer, Idle riddle y En la mort de Gabriel Ferrater, título quizá premonitorio – y posteriormente el poemario Els Nans en la colección La Musa Decapitada. Se suicidó con tan sólo veintiún años.

En realidad, el mayor experto en el tema de suicidio es Émile Michel Cioran (1911-1995) que con títulos como Breviario de podredumbre (1949), La tentación de existir (1956), Historia y utopía (1960), Del inconveniente de haber nacido (1973), El aciago demiurgo (1974) y Desgarradura (1979), logró, desde posturas que abarcan algunas variaciones del existencialismo y, sobre todo, el nihilismo más exagerado, llevar, y sobre todo llegar, al gran público lector sus fascinantes pero peligrosos ensayos. En ellos no es difícil encontrar la negación metafísica de la bondad y la explicación de la falsedad de toda doctrina filosófica, basándose en la incapacidad humana de crear ideas libres. Algunos de sus discípulos se suicidaron. Él no, porque sabía a la perfección que también su doctrina era un magnífico error. Sólo eso.


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La Telaraña en El Mundo.

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6 Comments:

Blogger Cisne Negro said...

Félix, ahora no encuentro tu dirección de gmail. Quería pedirte a ver si me puedes pasar las fotos de Literarte. Puedes enviarlas a mi cuenta de gmail, donde cabrán perfectamente: cisnenegro(arroba)gmail.com

Gracias!

22 de noviembre de 2004, 11:06  
Anonymous Anónimo said...

Hola soy GR.
Fue una pena perdérmelo. Tendría muchas cosas que decir. Se hicieron estudios sobre las tasas de suicidio, depresiones y transtornos bipolares en escritores americanos, y el resultado fue una bestialidad. No sé si 8 de los 10 ganadores del pullitzer se acabaron suicidando, y sólo uno se libró de la depresión. Era algo así. Sobretodo encontraron relación con la genialidad y el transtorno bipolar. Sería interesante que se investigara más, pero creo que ni hay mucho dinero ni mucho interés en un tema tan concreto y sin aplicaciones prácticas.
Salu2

25 de noviembre de 2004, 1:58  
Blogger Juan Planas Bennásar said...

Hola gr!. Bueno, el tema del suicidio da para mucho. Pero todo eso de las bipolaridades es asunto médico que desconozco... Tampoco tengo en gran estima a los ganadores del Pullitzer, pero eso es sólo porque yo no lo he ganado ni ganaré nunca:-))

Un abrazo!

25 de noviembre de 2004, 14:31  
Anonymous Anónimo said...

Revisen su lista de escritores suicidas, no lo he revisado a fondo, pero Dylan Thomas no se suicidó, murió luego de que un médico le recetó erróneamente un coctail de morfina con cortisona

26 de octubre de 2005, 17:06  
Blogger Juan Saravia said...

Me ha gustado mucho su blog. Lo invito a revisar el mío:
http://cronicasdejuansaravia.blogspot.com)

Saludos

3 de septiembre de 2007, 21:06  
Blogger Héctor Baptista said...

Todo un tema, debe ser muy difícil vivir y sentir cosas tan agudas que por mucho que te esfuerces no puedes compartir. Tan difícil e insoportable, con una impotencia tan grande, como para matarse...

22 de octubre de 2008, 17:57  

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