LA TELARAÑA

viernes, abril 23

Entrevista con Manuel Borrás (Editorial Pre-textos)

Cuando a uno se le ocurren unas cuantas preguntas sobre la situación editorial en España no siempre resulta fácil encontrar el interlocutor adecuado que las pueda responder con las mayores garantías. Por ello quiero agradecer a uno de los editores españoles con más larga, exitosa e independiente trayectoria profesional, su generosidad para con nosotros. Se trata de Manuel Borrás - Director de la prestigiosa Editorial Pre-textos - (Muchas gracias, de todo corazón, amigo)

Estas eran, un poco a vuelapluma, mis preguntas:

¿Cuál el momento actual - y el previsible futuro - de la edición en España? ¿Cómo afrontar con entusiasmo la difusión y promoción de la cultura desde la realidad de los intereses del mercado? ¿ Qué relaciones se entablan entre autores y editores? ¿Se editan - como muchas veces se oye comentar - demasiados libros? ¿Por qué sigue siendo tan difícil publicar si no eres conocido y no quieres malgastar el dinero en autoeditarte? ¿Pueden Internet y la Imprenta complementarse o son universos distintos, quizá antagónicos? ¿El libro del futuro será sólo digital?

Y estas la respuestas:

Creo que la edición en España pasa por un buen momento, aunque también veo una tendencia general a evitar riesgos y a dejarse tentar más por la cultura especular que por la verdadera cultura escrita. A mi juicio muchos catálogos se vertebran más por inducción de la "crítica" internacional que por una verdadera y personal aplicación de un criterio de excelencia. Otro tanto ocurre con la crítica, son pocos los críticos patrios que arriesgan opiniones sin la red de seguridad de una opinión de prestigio precedente. Inquieta deducir de ello que cada vez se lee menos y con menor libertad de la requerida en nuestro país. Para rectificar dicho síntoma sólo cabe el compromiso firme y desprejuiciado de la lectura. Es decir, no estaría de más afirmar que, aparte de andar faltos de gente que crea de verdad en la cultura, no andamos sobrados del entusiasmo necesario para sostener la causa de la literatura más allá de las modas, ideologías, etcétera.

El entusiasmo por un trabajo como el de la edición se sostiene a través de la fe en ese trabajo. En otras ocasiones he indicado que deberíamos sentirnos acreedores tanto de los autores como de los lectores. Tengo para mí que a menudo no contamos con el lector en la medida en que lo merece. Con más frecuencia de lo común oigo decir que el lector es influenciable, venal. En mis casi treinta años de trayectoria profesional nunca me he topado con un lector de esas características. Lo que sí es cierto es que hay lectores -esos a los que por lo menos nosotros nos dirigimos- y lectores circunstanciales. Estos últimos son más maleables por las coyunturas, aunque tienen también un protagonismo sin duda importante en lo cuantitativo. Nosotros, sin desdeñar a ese segmento sociológico, tendemos más a tratar de seducir a los otros, a los que hemos denominado lectores gustosos. Lucha que no se ganará nunca si no encuentra su correlato en las librerías de fondo. Creo que hoy más que nunca estamos faltos -así lo han indicado ya algunos de mis más preciados colegas- de una efectiva política institucional que trate de preservar ese "espacio" ideal para el intercambio de ideas. Una librería de fondo requiere igual que una editorial literaria lectores libres. La nuestra es una labor pedagógica que necesita de distintos agentes culturales.

La relación que debe entablar una editorial literaria con sus autores debe ser cercana. Someter a la intemperie de los otros algo que ha sido alumbrado en solitario y en la intimidad implica ya cierta violencia. Violencia que el editor debe de atenuar en una relación solidaria con el autor. Siempre he hablado de la editorial Pre-Textos como una casa común para la amistad. Yo no sabría vivir si no pudiese contemplar en el horizonte de mi vida a la amistad, y como amigo me dirijo a mis autores de igual modo que a los lectores de Pre-Textos.

Ante la pregunta del millón de si se editan demasiados libros, yo contesto que es también responsabilidad de nosotros, los lectores, el saber acotar el espacio de nuestros intereses espirituales. Frente a una demanda desconsiderada sólo cabe, lo repito, la aplicación de un criterio de excelencia. Ser críticos siempre ayuda. Lo que me espanta es que se desee limitar un campo de actuación que por definición no debe de tener cortapisas.

Sostengo que no es tan difícil editar como se dice. Hoy le resulta mucho más fácil poner en circulación un libro a un autor exento que hace escasamente diez años. Lo que no se le puede ocultar a nadie es que en este país se escribe más que se lee. Nosotros, por ejemplo, recibimos una media de cientocincuenta mecanoescritos al mes más los libros que recibimos de nuestros colegas en otras lenguas. A uno le sorprende sin embargo que sea tan difícil vender quinientos ejemplares de un buen libro. Creo que este pequeño dato cuantitativo debería hacernos pensar en dónde está el problema.

Ante la pregunta de que si el libro en su soporte actual pervivirá, yo opino sin ambages que sí. Por ejemplo, ¿podremos sustituir el contacto de una mejilla por la imagen de la más hermosa de las mejillas? ¿Dejaremos algún día de desear que se nos toque? El libro puede ser una metáfora de la carne: destila un aroma, posee un tacto. Se puede oler, tocar, tener entre las manos, acariciar y, por qué no decirlo, conservar como un objeto precioso después de haberlo leído y habernos seducido.

Que el futuro del libro no sea sólo digital es algo que se puede deducir de lo antedicho. Es más, internet siempre actuará a favor de la página impresa, lo preocupante es que si persisten las dificultades para la supervivencia de las librerías de fondo aquél pueda acabar con ellas.



Hasta aquí las opiniones de Manuel Borrás. Sin duda, tenerlo hoy aquí ha sido todo un lujo:-))

¡Feliz Día del libro!


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