LA TELARAÑA

miércoles, noviembre 19

...el mundo se rompe, se agrieta, se curva o se desgarra - y en ese estallido, tu mano se abre y permanece abierta como una telaraña de líneas en fuga con las aristas quebradas en los ángulos más imposibles de la línea indisimulable de tu vida, esa interpretación esquelética y fluctuante, ingrávida, tal vez vacía, que se te escapa según su naturaleza que también es la tuya.


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Con acento leve -rep.-


Siempre se busca algún lugar donde descargar la tormenta. Sin hacer daño a nadie, si eso es posible. O haciéndolo, que hay rayos que despiertan y heridas que se curan más con dolor que con caricias. Vas aprendiendo, poco a poco, que hay que tener cuidado con los acentos, que no siempre fuimos comedidos y que no basta, no es suficiente, con elevar el tono de las palabras para ayudarlas en su cometido, para guiarlas por entre los interrogantes o para fingir enfado, interés o simplemente calar más hondo.

Hay un despropósito en tu mirada y en el fondo de tus ojos siempre se refleja una duda. Una duda sola que es hermosa, pero que sé demasiado expectante. No lo niegues. Yo comparto esa duda, que no me queda otro remedio. Yo comparto contigo cualquier cosa, que todas son mías y todas las quiero tuyas. Que tú no existes sino en mi idea. En mi idea de ti misma, que es una idea extraña, que propiamente no existe o que es sólo intuición, deseos de ser o de haber sido. Y tú eres esa quimera. Ese grito, ese acento, esa locura que se instala en todas partes y en ninguna.

Habré de rebuscarte algún día entre mis recuerdos archivados. Te encontraré de un alfiler prendida. Pero me estarás esperando, y no te sorprenderá verme de nuevo. Nos iremos muy lejos o muy cerca, que no importan las distancias. Nos iremos muy adentro, que sólo allí podremos entendernos. Te hablaré de mis sueños y tú lo harás de los tuyos. Y sabrás que son los mismos, aún con diferente acento. Sabrás que nada cambia si se fue puro en el intento. Sabrás que el fracaso no existe y que la victoria es otro engaño. Me dirás que me quisiste y te diré que lo sabía. Que lo sigo sabiendo, que lo sabré siempre. Y te diré que te quise y que por eso te abandoné en algún rincón de mi existencia.

Y me dirás que no es posible abandonar lo que se quiere. Y te diré que tienes razón y miraré hacia otra parte. Hacia un reflejo débil de tu sonrisa en la mía.


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