LA TELARAÑA

martes, agosto 19

Límites



Nada surge de nada
pero de donde creo que no hay nada,
sí surgen
nadas con su disfraz de algo,
sombras chinescas, búcaros
de flores malditas,
recortándose espesas
en la niebla de las ideas blancas,
con su aguijón de hielo, su alud de alfileres
y sus interrogantes sucesivos.

¿Dónde irán las volutas del humo
dónde podrá el asombro disiparse
dónde irá la ceniza cuando las balanzas
sólo sean objetos ciegos?

¿Tiene medida tanta desmesura?

¿Algún censo contiene
el rostro oculto de las apariencias?

¿Algún número engloba
todas las variaciones de lo mismo?

¿Cómo se multiplica lo que es único?

¿Quiénes somos cuando
afortunadamente el placer nos derrumba?

¿Quiénes, cuando el olvido
nos atrapa en sus telas laberínticas
y la araña del tiempo se nos viene encima?

¿Quiénes, cuando intentamos con las uñas
recoger nuestros huesos de entre la tierra húmeda?

¿Sucede así
siempre y en todas partes
o algún orden remoto rige inexorable
según sus caprichos?

Vivo aterido junto a una chimenea gélida
y hay migas de pan abandonadas
sobre la mesa. Y libros abiertos
que lanzan sus palabras al aire,
simulando serpientes con su lengua
bífida, enmarañando los conceptos
en el antiguo juego dialéctico,
iluminando las estancias igual que un estallido
de velas rojas,
danza de espectros, cónclave de sombras.

Nada surge de nada
pero de donde creo que no hay nada,
de ahí sí surgen
complejas ecuaciones
con su jardín sembrado de cadáveres
e incógnitas,
como nubes oscuras
deshilachadas y traidoras,
con su rayo escondido
y su temperamento afilado,
que aprietan como sogas
que anudan como lágrimas
y dibujan orillas de sal
en la palma reseca de mis manos.

Nadas con la apariencia de algo,
un muñeco de trapo insomne
una especulación antropológica
una pausa
un relente
el prodigio de algún veneno
una eclosión alquímica
un haz de luz innoble
un silencio a destiempo
una conspiración de las metáforas
que disuelven la arquitectura
de la realidad,
y la muestran
donde yo no la alcanzo.
Nadas con algo tan idéntico
a mi, que me deslumbran
y me dejan a solas
con una incertidumbre última.

Es posible
que ahíto de verdades,
perdido por andenes extraviados,
desfigurado por el tumefacto
vaho de los espejos,
me sea intolerable
tanta realidad como quisiera
tolerar,
y más allá de las desolaciones,
esté sujeto a límites estrictos
que todavía desconozco.


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