LA TELARAÑA

viernes, marzo 7

Escribir cuando anochece tendría sentido si tuviera alguna intención de anunciar la proximidad del alba, su irrupción inminente... Pero la mentira sólo alimenta ilusiones vacías, las mismas que impregnan los hilos invisibles de la gran telaraña: su manjar predilecto.

Escribir cuando anochece tendría sentido si pretendiese despertar a los niños que duermen despreocupadamente, y avisarles que ya es hora de que invadan los hospicios, los hospitales, los túneles negros y que corran, que corran escaleras abajo hacia una oscuridad más oscura y una noche más silenciosa, la noche compacta, la noche al fin despojada de las palabras, las estridentes palabras que centellean en los cielos como irreales estrellas fugaces, irreales constelaciones, irreales arlequines, irreales fuegos fatuos de ensueño, exhibición y artificio.

Escribir cuando anochece es ofrecerte los huecos que ya no precisas y fingir una soledad... que ya no padezco.

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