LA TELARAÑA

viernes, marzo 14

1.- Uno se entusiasma en este espacio de libertad sin réplica...

Y más, mucho más, cuando sabe que acaba de poner el dedo en la llaga. Todo se andará...


2.- La gripe nicotínica es amarillenta como un escupitajo en ese lugar donde debieras tener tu tercer ojo...


3.- Y ahora un adelanto de mi libro Insomnios.

Celosías

Nunca me espera nadie en parte alguna. Y sin embargo, siempre me encuentro alguien en todas partes. Ando de sorpresa en sorpresa y siempre nuevos rostros y nuevas sonrisas me encuentran sorprendido. Bien sé que carezco de disciplina, que demasiadas dudas disuelven mi ánimo, que mi voluntad anda quebradiza y renqueante y que no soy dueño de los hilos que parecen mover la trama. Desconozco si alguien mueve esos hilos o si es la trama quien nos mueve a todos. Sé que mis palabras divagan más de lo aconsejable, que mi voz siempre es la misma pero que yo no siempre soy yo mismo. Quizá esa plenitud no me la desee. Sería insostenible tanta contención. Sería inhumana tanta presencia. Asfixiante tanto silencio. Pura vanidad tanto egotismo.

Me conformo con construir celosías para atisbar cuanto escribo. Reconozco mis fisuras y me reconforto con fragmentos de vocación inacabada. Me reconozco inacabado y celoso de mí mismo. Celoso de hallazgos y también de pérdidas. De encuentros afortunados y de larguísimos abandonos. Celoso de lo propio y curioso, perennemente asombrado de lo ajeno.

No pido ayuda aunque la precise. Al contrario, me tiendo celadas para ponerme a prueba. Me contradigo y arrincono, apelo a los conceptos, a sus metáforas, a la interpretación de los sueños y a la emboscada de sus cadáveres homicidas, sus emisarios transparentes y finalmente sus sombras cautivas. Velo inhóspitos parajes y estudio con fatiga el agua estancada en los cenagales. Me entrego al engaño de tu cuerpo, siempre tu cuerpo de mujer, tu cuerpo de muchas mujeres, que tiene entre las virtudes de la luz, la ignominia de una oscuridad sin fondo o la repetición absurda de las mismas rutinas, los idénticos contrastes, las impotencias de cada día. Me
extiendo en los cenáculos y me obligo al lento discurrir de las heridas.

Quizá nada importe. Y la ayuda sea innecesaria. Y no se precisen cirujanos en este hospital de incurables. Quizá sólo haga falta una sonrisa. ¡Una sonrisa milagrosa! Una sencilla y simple sonrisa amigable.






Etiquetas: