LA TELARAÑA

martes, marzo 4

1. - El ritual de la escritura diarística.

¿Cómo acompasar el ritmo interior del pensamiento - ese diagrama enloquecido, esa mezcla de vértigo, contemplación y caos, ese monólogo deseante y silencioso, ese jolgorio, ese tumulto, esa danza ebria, esa interpretación absurda, ese teatro de los sentidos - a la pauta medida, fría y matemática, de los días? ¿Cómo tratar con puntualidad lo impuntual? ¿Cómo conceder compostura y orden al ánimo disperso y volátil? ¿Cómo presentarse, cómo ofrecer espejo al lector, cordura y método a la compulsión, realidad física a la mirada oblicua que sobrevuela los interrogantes, las tierras ensangrentadas, los mares resecos, los cuerpos en llamas?¿Cómo ofrecer reposo a las heridas incurables del deseo?


Quizá sólo parezca un ejercicio de estilo, pero siempre es una prueba de voluntad.



2,- Convencimiento


Puedo amarte por la suma infinita de cosas pequeñas. También puedo amarte sin motivos. O incluso por tus muchos defectos.

Nunca comprenderé, sin embargo, por qué me amas... Eso espero, eso deseo.




3.- Hoy tuve la fortuna de reencontrarme con Cristóbal Serra.

Si la historia de la literatura en lengua castellana tiene alguna deuda - y tiene muchas - la tiene con este autor mallorquín. Pocos escritores consiguieron adentrarse con tanta soltura y ligereza en las entrañas del pensamiento, pocos viajaron tanto a través de las circunvalaciones del cerebro humano. Pocos ahuellaron orillas vírgenes del espíritu con tanta economía de medios. Pocos consiguieron mediante la brevedad y la sencillez, la soledad y el humor inteligentes, un pensamiento merodeador tan penetrante y lúcido.

Estos días se le homenajea en Palma. Conferencias, conciertos intimistas y una exposición ejemplar de sus cosas más queridas: sus manuscritos, sus pulcros laberintos caligráficos, las primeras ediciones de sus libros y traducciones (de William Blake, Lear, Michaux, Melville, Leon Bloy, Swift... entre otros ) y sus diarios, sobre todo sus diarios, repletos de signos y profecías, pruebas irrefutables del discurrir quimérico de su personal bestiario inverosímil...

Quizá hacía diez años que no nos veíamos. Me ha mirado con la misma simpatía de antaño. Ha escrutado en mi interior y no he podido sino recordar aquellas tardes de 1984 en las que, con paciencia infinita, releía mis primeros renqueantes manuscritos y me hablaba del Apocalipsis y se reía conmigo, con risa tan joven como la mía, de mi juventud ilusionada...


Tuve la suerte de publicarle una entrevista. Podéis leerla aquí mismo.


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